Introducción
Este es un tema complejo y que necesitamos de dosis extra de paciencia y de optimismo.
Debido a la comodidad que el verano da al no tener tantas capas de ropa por si se mojan, suele ser ese el momento del año más usado para decir adiós al pañal.
Pero estamos en una situación especial, encerrados en casa. Eso hace que no exista la presión que se tiene al principio de retirar el pañal por si hay escapes cuando sales a la calle.
No hay una edad a la que podamos decir que es obligado hacerlo, es como si dijésemos que todos los niños deben hablar o caminar a la misma edad. Al igual que en todos lo hitos del desarrollo, la adquisición de habilidades depende de la maduración de cada niño y de su desarrollo psicomotor.
Un dato que nos puede hacer pensar que ha llegado el momento es el reconocimiento por parte del niño del pipi y la caca, que sea capaz de decirlo con palabras.
Si bien no hay una edad específica, como hemos dicho antes, es cierto que en el periodo comprendido entre los 2 y 3 años es cuando suelen ser capaces.
Y bien, nos ponemos entonces en el caso de que ha llegado el momento:
¿Cómo tenemos que proceder?
Lo primero y fundamental es determinar donde se va a sentar el niño para hacer pipi/caca. En el caso de que elijamos un orinal, tenemos que ver que sea estable y que cuando el niño se siente no tenga temor a poderse caer. Si por el contrario hemos decidido usar el váter de toda la familia, tendremos que adquirir un reductor que se ajuste bien a la taza para que no sienta miedo a caerse hacia dentro. También ayuda si apoyan los pies en un pequeño banquito y así no los tienen colgando.
Lo normal es comenzar con la retirada del pañal una vez se despierten. Le explicaremos que es mayor, que vamos a quitar el pañal y comenzaremos a usar el orinal.
Es muy importante el refuerzo positivo y premiar cada logro, incluso cuando al principio consigue sentarse en el orinal. No hay que regañar si no lo consigue, tendremos que armarnos de paciencia y decirle: ¡No te preocupes cariño, la próxima lo lograremos!
El niño no será consciente del hecho de hacerse pipi hasta que no se moje por primera vez. Ellos aprenden por ensayo y error.
Las primeras veces intentaremos sentarlos en el váter cada hora o dos horas. No más de 10 minutos seguidos porque si es mucho tiempo, al final lo perciben como un castigo y van a terminar rechazándolo.
Habrá que estar pendientes de signos externos que nos puedan indicar que el niño tiene ganas: se encoge, ese bailecito de pies que se hace cuando te aguantas, si se tocan los genitales, etc. Si vemos algún signo de estos, intentaremos que se ponga en el orinal.
Una vez hayamos conseguido algún logro, viene bien mantener algunas rutinas a la hora de sentarse en el váter, por ejemplo, cuando se levanta, antes de dormir, después de comer…
Lo normal es que en unos días hayan adquirido el control. Eso no quiere decir que no vaya a tener escapes puntuales en los momentos en los que esté entretenido jugando o distraído viendo la tele.
¿Y la caca?
Ese suele ser un tema algo más complejo. Los niños perciben la caca como algo suyo, algo de lo que tienen que desprenderse. Es muy normal que surjan estreñimientos en este momento, pues se aguantan y acumulan la caca, que se irá haciendo más seca, más dura y costará más que pueda salir. Por lo que al final terminan metidos en un círculo vicioso de dolor y estreñimiento. Por esto, no es buen momento la retirada del pañal si el niño pasa por una racha de estreñimiento, tendremos antes que aumentar el consumo de alimentos ricos en fibras y reducir lácteos (no más de medio litro al día entre la leche y derivados).
El niño que es como un reloj, ese que sabes siempre a la hora que suele hacer caca, es bueno sentarlos en el váter en ese momento. Reforzar positivamente dando palabras de ánimo, ¡vamos cariño, como mamá y papá! Igual que hemos comentado antes, no más de 10 minutos sentado.
En los niños en los que no tienen un horario habitual para la defecación, nos podemos aprovechar del “reflejo gastrocólico”, es decir, lo sentaremos en el váter un ratito después de las comidas o en el momento en el que intuyamos que tiene ganas por sus movimientos.
Podemos premiar cada logro con algo que los estimule, no tiene que ser un juguete, puede ser algo de comida que les guste, un ratito con un juguete preferido, un poco de esos dibujos que le gustan… Con mis hijos, que no están habituados a comer chocolate, el premio si lograban hacer caca, era una pequeña moneda de chocolate. Al cabo de los días, una vez que lo logran, empiezan a dejar de pedir el premio porque ya el hecho de hacer pipi o caca lo perciben como una necesidad. Saben reconocer “el tener ganas” y no quieren mojarse ni ensuciarse.
¿Y el pañal de noche y en las siestas?
Esto es mucho más variable. Hay niños que una vez que controlan el pipi diurno perfectamente, dejan de mojar el pañal por la noche. En cambio, hay otros que pueden seguir mojándose. Los escapes nocturnos son normales y muchas veces vienen condicionados también por los antecedentes familiares. Hay papás que se hacían pipí hasta muy mayores y a sus hijos les puede ocurrir los mismo.
Conclusión
Como conclusión, PACIENCIA. Premia lo positivo. No castigues ni regañes el fracaso. Y si después de unos días no has tenido ningún logro, a lo mejor es que no ha llegado su momento y es hora de parar y esperar.