En el pasillo,
mientras leo,
se abre una puerta y se cierra,
se abre y se cierra,
y yo espero que se acabe su agonía.
Dicen que cuando el aire
abre y cierra una puerta,
alguien muy cerca está en peligro.
Hay que prestar oído,
cerrar el libro que leíamos
y unirnos a ese rezo;
no levantarnos a cerrar la puerta,
sino quedarnos quietos y oír, oír
hasta sacarle alguna música al crujido.