Fabio Morábito

Los amantes

Los amantes se acercan,

escuchan. Adelgazan

su piel hasta la asfixia


y adelgazan sus besos.

Por sus voces delgadas

sólo oyen silencio.


Los amantes se besan,

se acarician, el mar

apenas los contiene,


y su pasión es breve:

aleteo de un ave

en la espalda del agua.


Los amantes recuerdan

las heridas, las guardan

como un secreto bien.


Nunca cambian palabras.

Pero cambian heridas.

Son su secreta piel.


Cerca de dos amantes

se detiene un segundo

la sangre en la avenida;


son dos ciervos que saltan

en medio de nosotros

que somos las estatuas.


Los amantes se muerden,

se pisan, sólo temen

la muerte, trepan muros


de olvido y nunca vuelven

atrás, lujosos como

escarabajos verdes.


Los amantes no cuentan

los días, no enumeran

los muertos, ni siquiera


los mares. Su materia

está hecha sin tiempo,

su sed nunca se alivia.


Los amantes se mueren

un día. Bajo tierra

van, mudos y con miedo,


y la tierra adelgaza

su piel hasta la asfixia

y adelgaza sus huesos.