Fabio Morábito
Pierino Sempio

Tal vez fue la manera que tenías

de abrirlos,

de sostenerlos con la mano

frente al grupo

y caminar por el salón leyendo

con voz pausada,

sin dar explicaciones para no romper

el ritmo del relato,

como si el ritmo fuera todo,

aún más que el hilo de la historia

(la mano libre que guardabas

en el bolsillo de los pantalones te servía

para voltear las hojas

y, de paso, reconvenir

golpeándolo en la nuca

a alguno que no oía-

después volvías a hundirla

en esa parte de tu traje,

el único que usaste en "toda la primaria),

lo que me descubrió cómo los libros

nos dan una postura,

una respiración distintas,

y escribo, más que nada,

para que un día los míos

se puedan sostener con una mano,

como sostenías los tuyos,

y sean legibles caminando,

la mano libre descansando en el bolsillo

y algo más libre descansando en uno

para poder seguir el hilo de la historia.