Rosario de dolores

La palabra Rosario en una abreviada y acaso interesada acepción significa: “...una oración en la que se recuerdan los misterios de la vida, muerte y resurrección de Jesús”. Estos misterios nos remiten al Cristo en su carnalidad como hombre que vive, se apasiona, padece y muere. Bien es verdad que, en su condición ventajosa de Hijo de Dios, después resucita. Visto desde este ( o de cualquier otro) punto de vista, ¿a quién le puede dejar indiferente los asuntos de la vida, de la muerte y no digamos, de la resurrección?

Es nuestro propósito recoger en esta sección intitulada Rosario aquellos textos que, desde la óptica del autor, expresan nuestra desesperanza al no encontrar consuelo ni respuestas en la vida, en la muerte y aún menos en la resurrección.

Vaya como muestra un soneto de nuestro desgarrado poeta bilbaíno, don Miguel de Unamuno:

IV. LA VIDA DE LA MUERTE

Oír llover no más, sentirme vivo;

el universo convertido en bruma

y encima mi conciencia como espuma

en el que el pausado gotear recibo.


Muerto en mí todo lo que sea activo,

mientras toda visión la lluvia esfuma,

y allá abajo la sima en que se suma

de la clepsidra el agua; y el archivo


de mi memoria, de recuerdos mudo;

el ánimo saciado en puro inerte;

sin lanza, y por lo tanto sin escudo,


a merced de los vientos de la suerte;

este vivir, que es el vivir desnudo,

¿no es acaso la vida de la muerte?


Bilbao, IX 1910.

Acuarela por Nuria Gamboa