De la calidez
En el bar los parroquianos, todo hombres, beben despacio su vino y sé que esperan la muerte. Y lo sé porque llevo años viendo esas mismas caras sin reflejos, veo cómo su caminar se ha ido haciendo pesado y doloroso, sus rostros hinchados, su mirada acuosa, perdida siempre. Los parroquianos, acodados en la barra del bar, beben su vino negro y esperan calmos su acabamiento.
De la calidez del bar
De la calidez del bar