Osario

¿En qué lugar específico anida nuestra repugnancia a los huesos? Los imaginamos amontonados o dispersos, semienterrados en el campo o entre escombreras, dentro de pulidas urnas de cristal…

Los huesos son el olvido de nuestro paso por la tierra. (Aún la ceniza tiene más influjo sobre nosotros… y más poética). Los huesos nos producen fastidio, frialdad y fealdad. Sí, decididamente, su mortalidad astillada nos repugna.

El osario, momento final del descarnadero, rezuma teatralmente, pero ante su vista se ciega el pensamiento y negamos lo evidente: somos huesos que serán olvidados.

Esta sección del libro, de difícil abordaje, incluye textos de todo tipo, pero con un denominador común: textos de rabia, de saberte que al fin de todo serás anónima osamenta; textos de invocación que, contra toda lógica, reclaman de los dioses que nuestros cuerpos vuelvan a encarnarse y se nos devuelvan el ánima, la conciencia... En fin, textos que en último término interrogan sobre la sinrazón de saberte vivo entre tantas pasiones malogradas.