En el siglo pasado un joven andaluz se presentó al político Francisco Romero Robledo para pedirle un empleo.
Así lo hizo Romero Robledo. A los pocos meses el mismo joven se presentó en su despacho ministerial y le dijo
Romero Robledo para complacer al tío del pedigüeño le concedió el ascenso. La excusa se repitió varias veces y el muchacho hizo una brillantísima carrera.
Pasó un año o dos y el tío en cuestión fue a Madrid y, naturalmente, visitó a Romero Robledo.
Romero Robledo se dio cuenta de que había sido objeto de un engaño y mandó llamar al caradura.
Romero Robledo rio la respuesta y, desarmado ante la desfachatez de su empleado, le conservó a su servicio.
Foto. Francisco Romero Robredo.