Vagos y Maleantes

Debido a la gran cantidad de vagos y maleantes que vagaban por el reino en tiempos de Carlos III, el rey decidió poner fin a la situación para ello se hizo el siguiente decreto: "Una vez definidos los vagos como "agentes a los que no se conocía oficio u ocupación honesta, o andaban mal entretenidos en tabernas, casas de juego" y otras, el monarca ordenó prender en todo el reino a los vagos y personas ociosas "para darles empleo útil". Los comprendidos entre diecisiete y treinta y seis años fueron destinados al servicio de las armas en los cuerpos de América o en los regimientos fijos, formándose cuatro depósitos para reunirlos en Coruña, Zamora, Cartagena y Cádiz.

El tiempo de servicio se fijó en ocho años, y los nobles aprehendidos por vagos y mal entretenidos tendrían el único privilegio en este servicio de ser soldados distinguidos. Los ineptos para las armas se destinarían al servicio de la armada (arsenales, etc.) Y los restantes se recogerían en hospicios y casas de misericordia, en las cuales estarían separados de los demás hospicianos, dedicándose los "vagos resabiados" a los trabajos de obras, huerto y demás faenas de la casa. Los vagos extranjeros serían alistados en los regimientos de extranjeros al servicio de la corona.

En 1783, por real célula, se mandó que "bajo ningún pretexto se consintiese que los buhoneros y los que llevasen animales domesticados con habilidades, anduvieran vagando por el reino"; y en 1788 se insistió en una instrucción de corregidores, que "debían emplear todo su celo en exterminar de sus pueblos a los ociosos y vagos".

Leoncio Vergara Franco. El orden público en el reinado de Carlos III.

Cuadro: Reunión de mendigos, de Francesco Sasso, siglo XVIII. Madrid, Museo del Prado