El adivino que predijo su muerte

Cuando el escritor Jacques Cazotte anunció a los invitados a una cena en París, en 1788, cuál sería su suerte en la Revolución que próximamente arrollaría a Francia, nadie quiso creerle. "No hace falta ser profeta para prever hoy una revolución", se mofaron algunos. Casi todos los escritores y cortesanos presentes aprobaron esta afirmación.

Cuando Cazotte afirmó que el Rey sería ejecutado... al igual que varias de las damas que asistían a la fiesta, la incredulidad se transformó en protesta.

Aún fue más lejos y preciso, mirando fijamente a Nicolás Chamfort, famoso comediógrafo de origen humilde, le dijo: "Os cortaréis las venas 22 veces, pero solo moriréis unos meses después."

Al marqués de Condorcet, filósofo y matemático casado con una de las mujeres más hermosas de Francia, le pronosticó: "Moriréis en el suelo de un calabozo, después de ingerir veneno para evitar al verdugo."

Pero tal vez la predicción más sorprendente estaba reservada al crítico y comediógrafo Jean de la Harpe, reputado ateo. Cazotte le anunció que la revolución haría de él un ferviente católico.

Chamfort colaboró con la Revolución en los primeros tiempos, pero más adelante criticó sus excesos. En 1793, ante la amenaza de ser encarcelado, intentó -sin conseguirlo- poner fin a su vida dándose varios tajos en las muñecas. Falleció varios meses después.

Condorcet fue elegido diputado de la Asamblea Revolucionaria y actuó como secretario de la misma durante algún tiempo. Pero cuando se opuso al reinado de terror, fue encarcelado en 1794. Dos días después fue encontrado muerto sobre el pavimento del calabozo. Había logrado burlar al verdugo, tal como había predicho Cazotte.

También fue encarcelado La Harpe. Allí reflexionó sobre su vida espiritual y se convirtió en fervoroso católico.

Por lo que respecta a Cazotte, sus poderes adivinatorios no le proporcionaron la felicidad, ya que le permitieron prever la manera exacta en que se produciría su muerte: detención, puesta en libertad, nueva detención y, finalmente, la guillotina, que tantas vidas había segado.

Foto: Jacques Cazotte. Escritor francés