El gran histólogo don Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina, no se distinguía precisamente por una tutoría fácil, le costaba expresarse, y sus lecciones, seguidas con atención solo por algunos alumnos, eran unas condenadas latas que la mayoría procuraban eludir.
Un día don Santiago vio que su clase estaba repleta de estudiantes. Faltaba mucho para los exámenes y no podía atribuir esta afluencia inesperada de estudiantes a ninguna causa visible. Y ello sucedió día tras día, hasta que, curioso, preguntó a un sobrino suyo que asistía a clases, si podía explicarle el misterio.
-Verá usted, tío. Es que usted tiene la costumbre de repetir la muletilla “completamente” sin venir a ton ni son y los amigos juegan a pares o impares.
Don Santiago calló y, al día siguiente, con la clase llena, dio la lección muy lentamente para que se le escapara la muletilla.
Al dar la hora entró el bedel con la consabida frase:
-Es la hora señor catedrático.
Y entonces Ramón y Cajal terminó diciendo:
-Completamente, completamente, completamente, hoy ganan impares.
Foto: Don Santiago Ramón y Cajal