Se cuenta que el monarca Federico II el Grande, que llegó a Prusia a lo más alto de su prestigio y gloria, durante su juventud mantuvo una apasionada relación de amor y camaradería con el teniente Bitten, hasta que las presiones de su padre, el rey Federico Guillermo I, hizo que ambos jóvenes se escaparan y se refugiaran en París. Por supuesto, fueron localizados los dos jóvenes enamorados y devueltos a Prusia. El teniente fue condenado a la decapitación y el joven Federico obligado a presenciar la ejecución.
A partir de este momento se dedicó a sus cometidos reales, siendo uno de los reyes más grandes de Prusia, aunque cierto día se le escapó un piropo cuando comprobó lo bien parecido que era Giacomo Girolano, alias Casanova