TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS
6.41. El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor. Si hay un valor que tenga valor, debe quedar fuera de todo lo que ocurre y de todo ser-así. Pues todo lo que ocurre y todo ser-así son casuales. Lo que hace no casual no puede quedar en el mundo, pues de otro modo sería a su vez casual. Debe quedar fuera del mundo.
6.42. Por lo tanto, tampoco puede haber proposiciones de ética. Las proposiciones no pueden expresar nada más alto.
¿Por qué? Porque las proposiciones de la ética no describen hecho alguno, sino que pretenden declarar el sentido del mundo, al menos en lo que éste está conectado con la voluntad humana. Pero las proposiciones no pueden expresar nada que esté más alto que el nivel de los hechos.
6.421. Es claro que la ética no se puede expresar. La ética es trascendental.
La ética no trata del mundo; la ética debe ser una condición un presupuesto del mundo. La ética está en el límite del mundo. No hay mundo sin valores morales, como no hay mundo sin lógica o sin sujeto.
6.422. El primer pensamiento que surge cuando se propone una ley ética de la forma «tú debes» es ¿y qué si no lo hago? Pero es claro que la ética no se refiere al castigo o al premio en el sentido común de los términos. Así pues, la cuestión acerca de las consecuencias de una acción debe ser irrelevante. Al menos estas consecuencias no pueden ser acontecimientos. Pues debe haber algo justo en la formulación de la cuestión. Sí que debe haber una especie de premio y de castigo ético, pero deben encontrarse en la acción misma. ¡Y esto es también claro, que el premio debe ser algo agradable y el castigo algo desagradable!
6.423. De la voluntad como sujeto de la ética no se puede hablar. Y la voluntad como fenómeno solo interesa a la psicología.
6.43. Si la voluntad, buena o mala, cambia el mundo, solo puede cambiar los límites del mundo, no los hechos. No aquello que puede expresarse con el lenguaje En resumen, de este modo el mundo se convierte, completamente, en otro. Debe, por así decirlo, crecer o decrecer como un todo. El mundo de los felices es distinto del mundo de los infelices.
La buena voluntad sitúa al sujeto frente a un mundo con un significado distinto que el mundo que se ofrece a la mala voluntad, de la misma forma que para el hombre feliz el mundo es diferente, tiene distinta significación, que para el hombre infeliz.
6.431. Así pues, en la muerte el mundo no cambia, sino que cesa.
6.4311. La muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive.
La experiencia de la muerte, no es propiamente una experiencia, puesto que no forma parte de la vida.
6.4312. La inmortalidad temporal del alma humana, esto es, su eterno sobrevivir aun después de la muerte, no solo no está garantizada de ningún modo, sino que tal suposición no nos proporciona en principio lo que merced a ella se ha deseado siempre conseguir. ¿Se resuelve quizá un enigma por el hecho de que yo sobreviva eternamente? Y esta vida eterna, ¿no es tan enigmática como la presente? La solución del enigma de la vida en el espacio y en el tiempo está fuera del espacio y del tiempo. (No son los problemas de la ciencia natural los que hemos de resolver aquí.)
No hay experiencia de la vida eterna que, en la medida que se conciba como intemporal, no podemos representarnos, y la cual, es tan problemática como la vida presente.
6.432. Cómo sea el mundo, es completamente indiferente para el que está más alto. Dios no se revela en el mundo.
Aparece el tema de lo religioso, “lo Místico” empezando por una concisa expresión que podemos considerar la teodicea negativa del Tractatus: Dios no se revela en el mundo. Niega el acceso intelectual, racional a estas realidades. Ningún conocimiento relativo al mundo puede darle un sentido a éste y a la vida.
6.4321. Los hechos pertenecen todos solo al problema, no a la solución.
6.44. No es lo místico cómo sea el mundo, sino que sea el mundo.
El conocimiento del mundo (“cómo sea el mundo”) no contribuye a dar sentido al mundo (“que sea el mundo”). Esta experiencia es inefable, no se puede decir, está más allá de los límites del lenguaje. La experiencia mística no es una experiencia cognoscitiva sino un sentimiento.
6.45. La visión del mundo sub specie aeterni es su contemplación como un todo limitado. Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico.
La gratuidad completa del mundo (que sea el mundo) exige la existencia de un ser necesario, Dios.
6.5. Para una respuesta que no se puede expresar, la pregunta tampoco puede expresarse. No hay enigma. Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.
Desde un punto de vista lingüístico no hay problema. La duda existe cuando hay una pregunta y ésta cuando hay una respuesta y ésta cuando se puede decir algo.
6.51. El escepticismo no es irrefutable, sino claramente sin sentido si pretende dudar allí en donde no se puede plantear una pregunta. Pues la duda solo puede existir cuando hay una pregunta; una pregunta, solo cuando hay una respuesta, y esta únicamente cuando se puede decir algo.
El escepticismo es un sentido por pretender dudar donde no es posible formular preguntas.
6.52. Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado. Desde luego que no queda ya ninguna pregunta, y precisamente esta es la respuesta.
No hay más preguntas con sentido que las preguntas científicas. Cuando éstas han sido contestadas los problemas vitales están sin tocar. Pero como estos problemas no constituyen verdaderas preguntas, ya no hay más preguntas, ya no hay más respuestas y ésta es la respuesta.
6.521. La solución del problema de la vida está en la desaparición de este problema. ¿No es esta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?
6.522. Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo; esto es, lo místico.
¿Dónde se muestra? Se muestra en el sentimiento del mundo como un todo limitado. En el lenguaje se muestra la estructura lógica del mundo y el sujeto metafísico. Lo místico se muestra en un sentimiento. Lo místico no se puede demostrar ni describir con el lenguaje, existe y se muestra por sí mismo.
6.53. El verdadero método de la filosofía sería propiamente este: no decir nada, sino aquello que se puede decir; o sea, las proposiciones de la ciencia natural –algo, pues, que no tiene nada que ver con la filosofía–; y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. Este método dejaría descontentos a los demás –pues no tendrían el sentimiento de que estábamos enseñándoles filosofía–, pero sería el único estrictamente correcto.
El método correcto de la filosofía es decir lo que se puede decir: las proposiciones de la ciencia natural. Cuando alguien diga una proposición metafísica hacerle ver que no ha asignado referencia a alguno de los signos de su proposición. Demostrar que las proposiciones no científicas carecen de sentido a causa de la falta de referencia de algunos de sus signos.
6.54. Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo: quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido, a través de ellas, fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido). Debe superar estas proposiciones; entonces tiene la justa visión del mundo.
Las proposiciones del Tractatus son sinsentidos como las proposiciones de la metafísica. Pero tienen una tarea aclaratoria: se debe superar estas proposiciones (peldaños de la escalera) y ver el mundo correctamente (ya se puede tirar la escalera después de haber subido).
7. De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.