"Los nuevos apóstoles del Fiat"


De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 20-22 (1-2) Noviembre 6, 1926

(1) Me sentía toda oprimida bajo el peso de la privación de mi dulce Jesús. ¡Oh, cómo suspiraba la Patria Celestial, donde no más lo perderé de vista, no estaré más sometida al duro martirio de sentirme morir y no morir! Ahora, mientras me encontraba cansada y sin fuerzas para esperar, mi dulce vida, mi amado Bien, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior, pero todo afligido porque parecía que estaba mandando flagelos sobre la tierra, y para no darme más pena no quería hacérmelos ver, pero por el modo de verlo yo entendía los flagelos que estaba mandando, y suspirando me ha dicho: 

(2) “Hija mía, ánimo, déjame que termine de manifestarte lo que es necesario respecto al Reino de mi Voluntad, a fin de que nada falte para poderlo formar en medio de la familia humana, y después de que haya cumplido todo, enseguida te traeré a nuestra Patria. ¿Crees tú que tienes que ver el pleno triunfo del Eterno Fiat para venir al Cielo? Su pleno triunfo lo verás desde el Cielo. 

De ti sucederá lo que sucedió de Mí para el Reino de la Redención, hice todo lo que se necesitaba, formé el fundamento, di las leyes, los consejos que se necesitaban, instituí los Sacramentos, dejé el Evangelio como norma de su vida, sufrí penas inauditas, hasta la muerte, pero poco o casi nada vi estando en la tierra de los frutos, del desarrollo de la Redención. Después de haber hecho todo y no teniendo ya más qué hacer, confié todo a los apóstoles, a fin de que fueran ellos los anunciadores del Reino de la Redención, para que salieran los frutos de mis trabajos que hice para este Reino. 

Así sucederá para el Reino del Fiat Supremo, lo haremos juntos hija mía, tus penas, tus grandes sacrificios, tus incesantes oraciones para que venga pronto mi Reino y mis manifestaciones sobre Él, los uniré todos juntos Conmigo y formaré los fundamentos, y cuando todo lo haya completado confiaré a mis ministros mi Reino, a fin de que como segundos apóstoles del Reino de mi Voluntad hagan de anunciadores. ¿Crees tú que sea casualidad la venida del Padre Di Francia y que muestra tanto interés, y que ha tomado en serio la publicación de lo que se refiere a mi Voluntad? No, no, lo he dispuesto Yo, es un acto providencial de la Suprema Voluntad que lo quiere como primer apóstol del Fiat Divino y anunciador de Él, y como es fundador de una obra es más fácil que se acerque a obispos, sacerdotes y personas y también en su mismo instituto para anunciar el Reino de mi Voluntad, y por eso lo asisto tanto y le doy luz especial, porque para entender mi Voluntad se necesitan gracias grandes y no pequeñas luces, sino un sol, para comprender una Voluntad Divina, Santa y Eterna, y gran disposición por parte de a quien le viene confiado este oficio. Y además, también la venida diaria del sacerdote la he dispuesto Yo, para que encontrara rápidamente los primeros apóstoles del Fiat de mi reino, a fin de que pudiesen anunciar lo que respecta a mi Eterno Querer. 

Por eso déjame primero completarlo, a fin de que después de cumplido lo pueda confiar a los nuevos apóstoles de mi Voluntad, y tú puedas ir al Cielo para ver desde allá arriba los frutos del suspirado Reino del Eterno Fiat”.

Fiat Divina Voluntad




CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


"Las llaves del Reino"

553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los Apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien Él confió explícitamente las llaves del Reino.