Quieres impartir las lecciones sobre mi Fiat Divino para formar los cimientos del reino de mi Divina Voluntad



AUDIO


De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta

Vol. 25-15 (8) Diciembre 16, 1928


(8) “...mi felicidad se acrecienta al tenerte en esta casa de mi Voluntad, porque los dos somos oyentes, Yo de lo que te he dicho, y tú de lo que de Mí has escuchado, mi amor se inflama, bulle y desborda, ¡escucha, escucha cómo es bello! La palabra contiene el aliento, y conforme se habla, la palabra lleva el aliento, que como aire gira de boca en boca y comunica la fuerza de mi palabra creadora y hace descender en los corazones la nueva creación que mi palabra contiene. 

Escucha hija mía, en la Redención tuve el cortejo de mis apóstoles, y Yo en medio a ellos era todo amor para instruirlos, no escatimaba fatiga para formar los cimientos de mi Iglesia. Ahora, en esta casa siento el cortejo de los primeros hijos de mi Querer, y siento repetir mis escenas amorosas al verte a ti en medio a ellos, que con todo amor quieres impartir las lecciones sobre mi Fiat Divino para formar los cimientos del reino de mi Divina Voluntad. Si tú supieras cómo me siento feliz al oírte hablar de mi Querer Divino, espero con ansia que tomes la palabra para escucharte, para sentir la felicidad que me trae mi Divina Voluntad”.


Fiat Divina Voluntad




COMPENDIO DEL

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


188. ¿Cuál es la vocación de los fieles laicos? (900) 

Los fieles laicos tienen como vocación propia la de buscar el Reino de Dios, iluminando y ordenando las realidades temporales según Dios. Responden así a la llamada a la santidad y al apostolado, que se dirige a todos los bautizados. 


900 Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del Bautismo y de la Confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia (cf. LG 33).