Iglesia Nuestra Sra del Rosario en Villa de Leyva


Confesión

De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta

"cuánto impiden estas almas que mi Gracia se derrame en ellas"




De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 2-14  Abril 16, 1899

AUDIO



Jesús quiere girar junto con Luisa y le hace ver como es tratado por las almas



(1) Estando en mi habitual estado, Jesús me invitó a girar para ver qué cosa hacían las criaturas. Yo le dije: “Mi adorable Jesús, esta mañana no tengo ganas de girar y ver las ofensas que te hacen, estémonos aquí los dos juntos”. Pero Jesús insistía en que quería girar, entonces para contentarlo le dije: “Si quieres salir, vamos, pero vamos dentro de alguna iglesia, pues ahí son pocas las ofensas que te hacen”. 

(2) Y así hemos ido dentro de una iglesia, pero también ahí era ofendido, y más que en otros lugares, no porque en las iglesias se hagan más pecados que en el mundo, sino porque son ofensas hechas por sus más amados, por aquellos mismos que deberían poner alma y cuerpo para defender el honor y la gloria de Dios, por eso resultan más dolorosas a su corazón adorable. 

Entonces veía almas devotas, que por bagatelas de nada no se preparaban bien a la comunión; su mente en vez de pensar en Jesús pensaba en sus pequeñas disturbios, en tantas cosas de nada, y ésta era su preparación. Cuánta pena daban estas almas a Jesús y cuánta compasión daban ellas, porque daban importancia a tantas pajitas, a tantas ociosidades y en cambio no se dignaban dirigirle una mirada a Jesús. Entonces Él me ha dicho: 

(3) “Hija mía, cuánto impiden estas almas que mi Gracia se derrame en ellas, Yo no me fijo en las minucias, sino en el amor con el cual se acercan, y ellas al contrario, más se fijan en las pajas que en el amor, es más, el amor destruye las pajas, pero con muchas pajas no se acrecienta ni un poquito el amor, más bien lo disminuye. Pero lo que es peor de estas almas es que se disturban mucho, pierden mucho tiempo, quisieran estar con los confesores horas enteras para decir todas estas minucias, pero jamás ponen manos a la obra con una buena y valiente resolución para extirpar estas pajas. 

(4) ¿Qué decirte además, ¡oh! hija mía, de ciertos sacerdotes de estos tiempos? Se puede decir que obran casi satanicamente, llegando a hacerse ídolos de las almas. ¡Ah! Sí, mi corazón es más traspasado por mis hijos, porque si los otros me ofenden más, ofenden las partes de mi cuerpo, pero los míos me ofenden las partes más sensibles y tiernas, hasta en lo más íntimo de mi corazón”. 

(5) ¿Quién puede decir la amargura de Jesús? Al decir estas palabras lloraba amargamente. Yo hacía cuanto más podía por compadecerlo y repararlo, pero mientras esto hacía nos retiramos juntos en el lecho.


Fiat Divina Voluntad