Iglesia Nuestra Sra del Rosario en Villa de Leyva


Confesión

De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta

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Había cometido muchos pecados



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 1, párr. (30 - 39)

(30) Recuerdo que una mañana mientras me hablaba sobre la misma virtud, me dijo que por falta de humildad había cometido muchos pecados, y que si yo hubiera sido humilde me habría tenido más cerca a Él y no habría hecho tanto mal; me hizo entender como era feo el pecado, la afrenta que este miserable gusano había hecho a Jesucristo, la ingratitud horrenda, la impiedad enorme, el daño que le había venido a mi alma. 

Quedé tan espantada que no sabía qué hacer para reparar, hacía algunas mortificaciones, pedía otras al confesor, pero pocas me eran concedidas, así que todas me parecían sombras y no hacía otra cosa que pensar en mis pecados, pero siempre más estrechada a Él. Tenía tal temor de alejarme de Él y de actuar peor que antes, que yo misma no sé explicarlo. 

No hacía otra cosa cuando me encontraba con Él que decirle la pena que sentía por haberlo ofendido, le pedía siempre perdón, le agradecía porque había sido tan bueno conmigo, y le decía de corazón: “Mira, ¡oh! Señor el tiempo que he perdido, mientras que habría podido amarte”. 

Entonces no sabía decir otra cosa que el grave mal que había hecho; finalmente, un día reprendiéndome me dijo:



Olvido de las culpas. Olvido de las culpas.


(31) “No quiero que pienses más en esto, 

porque cuando un alma se ha humillado, convencida de haber hecho mal y ha lavado su alma en el sacramento de la confesión y está dispuesta a morir antes que ofenderme, el pensar en ello es una afrenta a mi Misericordia, es un impedimento para estrecharla a mi Amor, porque siempre busca con su mente envolverse en el fango pasado y me impide hacerle tomar el vuelo hacia el Cielo, porque siempre con aquellas ideas se encierra en sí misma, si es que busca pensar en ellas. Y además, mira, 

Yo no recuerdo ya nada, lo he olvidado perfectamente; ¿ves tú alguna sombra de rencor de parte mía?”

(32) Y yo le decía: “No, Señor, eres tan bueno”. Pero sentía rompérseme el corazón de ternura.

(33) Y Él: “Y bien, ¿querrás mantener delante estas cosas?”

(34) Y yo: “No, no, no quiero”.

(35) Y Él: “Pensemos en amarnos y en contentarnos mutuamente”.

(36) De ahí en adelante no pensé más en eso, hacía cuanto más podía por contentarlo y le pedía que Él mismo me enseñase el modo como debía hacer para reparar el tiempo pasado. Y Él me decía:

Imitación de su Vida. Imitación de la vida de Jesús.

(37) “Estoy pronto a hacer lo que tú quieres. Mira, 

la primera cosa que te dije que quería de ti era la imitación de mi Vida, 

así que veamos qué cosa te falta”.

(38) “Señor”, le decía, “me falta todo, no tengo nada”.

(39) “Y bien”, me decía: “No temas, poco a poco haremos todo, Yo mismo conozco cuán débil eres, pero es de Mí que debes tomar fuerza”.