Septiembre, mes dedicado a la Santa Biblia



De los escritos de la S.D. Luisa PiccarretaVol. 27-12 (2-3) Noviembre 6, 1929

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¡oh! si Yo no hubiese hablado el evangelio no existiría, y la Iglesia no tendría qué enseñar a los pueblos. El gran don de la palabra tiene más valor que todo el mundo entero



 

(2) “Hija mía, Yo soy el centro de toda la Creación, pero centro aislado, todo me está alrededor, todo depende de Mí, pero como las cosas creadas no tienen razón no me hacen compañía, me dan gloria, me honran, pero no rompen mi soledad: el cielo no habla, el sol es mudo, el mar alborota con sus olas, calladamente murmura, pero no habla. Es la palabra la que rompe la soledad, dos seres que intercambian con palabras sus pensamientos, los afectos, y lo que quieren hacer, es la alegría más bella, la fiesta más pura, la compañía más dulce; sus secretos manifestados en palabras forman la más amada armonía. Y si estos dos seres se combinan en sus sentimientos, en los afectos y uno ve su voluntad en el otro, es la cosa más grata que puede existir, porque el uno siente su vida en el otro. Gran don es la palabra, es la desembocadura del alma, el desahogo del amor, es la puerta de comunicación, es el intercambio de las alegrías y de los dolores; la palabra es la corona de las obras. En efecto, ¿quién formó y coronó la obra de la Creación? La palabra de nuestro Fiat, conforme hablaba salían los portentos de nuestras obras, una más bella que la otra; la palabra formó la corona más bella a la obra de la Redención, ¡oh! si Yo no hubiese hablado el evangelio no existiría, y la Iglesia no tendría qué enseñar a los pueblos. El gran don de la palabra tiene más valor que todo el mundo entero.

(3) Ahora hija de mi Querer Divino, ¿quieres tú saber quién rompe mi soledad en medio a tantas obras mías? Quien vive en mi Divina Voluntad, esta criatura viene en medio a este centro y me habla, me habla de mis obras, me dice que me ama por cada una de las cosas creadas, me abre su corazón y me habla de sus íntimos secretos, me habla de mi Fiat Divino y de su dolor porque no lo ve reinar, y mi corazón al oírla siente su mismo amor y dolor en ella, se siente como retratado, y conforme habla, mi corazón divino se inflama de amor, de alegría, y no pudiendo contenerlo abro mi boca y hablo, hablo largamente; abro mi corazón y vacío mis más íntimos secretos en el suyo, le hablo de mi Querer Divino como fin único de todas nuestras obras, y mientras hablo siento la verdadera compañía, pero compañía hablante, no muda, compañía que me entiende, que me hace feliz y que puedo volcarme en ella. ¿No han sido tal vez desahogos de amor, transfusiones de vida del uno en el otro lo que hacíamos con todo lo que te manifestaba de mi Querer Divino y que mientras te hablaba servía para entretenernos y para formar la más dulce y agradable compañía? Un alma que vive en mi Divina Voluntad es todo para Mí, me suple al mutismo de mis obras; ella me habla por todo, me hace feliz, y Yo no me siento solo, y teniendo a quién dar el gran don de mi palabra, no quedo más el Jesús mudo que no tiene a quién decir una palabra, y que si quiero hablar, si no está mi Fiat no soy entendido, sino el Jesús que habla y que tiene su compañía”.