25 de marzo_Viernes

FRAILES DE LA ORDEN DE PREDICADORES

PROVINCIA SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA

CONVENTO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

MEDITACIONES PARA LA PREDICACIÓN

Fr. Juan David OSPINA OSPINA, O.P.

VIERNES: 25 de marzo de 2022

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR


Síntesis del Evangelio: «El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (...) María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lc. 1, 26-38)


Estimados hermanos, la primera lectura está tomada del libro del profeta Isaías (7, 10-14; 8, 10b). Hoy se nos enseña a través del profeta que no es bueno tentar a Dios pidiendo un signo, pues Dios sabe qué es lo mejor para nosotros y nos dará y nos revelará cuánto necesitemos a su tiempo. Exigirle a Dios un signo es no confiar en su bondad y su misericordia, es de cierto modo dudar que Él actúa en beneficio nuestro. Si bien, queridos hermanos, Dios entiende nuestros temores, debilidades, miedos y angustias del día a día, y sabe bien del peso que cada uno lleva sobre sus hombros y de los tormentos que quieren hacernos tirar la toalla en nuestro compromiso cristiano, Dios no se cansa de invitarnos a confiar en Él, de invitarnos a poner en sus manos y en su presencia todas las preocupaciones y angustias que quebrantan nuestro espíritu, para transformarlas en gozo y alegría.


Dios siempre ha sabido y siempre sabrá qué es lo que es mejor para nosotros, y sabrá darnos cuenta de ello a su debido tiempo; todo es cuestión de permitirle ser Dios en nuestra vida y de darle luz verde para todas sus empresas transformadoras; no es por tanto necesario pretender ser veedores o inspectores de la obra de Dios, pidiéndole signos que robustezcan nuestra seguridad, porque la seguridad del cristiano está en confiar en Él plena, confiada y generosamente, porque quien así obra, no será defraudado.


Dios ya nos ha revelado que su amor por nosotros es tan grande que siempre actúa en nuestro favor, y siempre a tiempo envía su gracia, sus dones y salvación para sus hijos; así lo hizo prometiéndonos, ya en tiempos del profeta Isaías, que enviaría a su Hijo muy amado para nuestra redención.


Dios ha salido a nuestro auxilio revelándonos su amor y su misericordia en el más grande de los signos, la entrega voluntaria de su Divino Hijo. Así nos lo presenta el evangelio de San Lucas (1, 26-38) quien a través del relato de la anunciación del Ángel Gabriel a María Santísima nos comunica el deseo de Dios de restaurarnos en su amistad, de concedernos una vida nueva y en abundancia, libre de las ataduras de la esclavitud de una vida sin Dios y recuperando nuestra vista cegada por el pecado. Hoy en el evangelio se nos anuncia el advenimiento de Cristo, nuestro redentor, aquel quien habrá de enseñarnos cómo vivir en presencia de Dios, cómo cumplir sus preceptos y cómo hacernos dignos de la salvación a través del servicio y la entrega generosa a los hermanos.


Hoy Dios en el pasaje de la Anunciación nos da el signo más grande de su compromiso para nosotros, de los alcances inimaginables de su amor y de su inagotable misericordia para con sus hijos muy amados. Después de obrar portentosos milagros en la historia del pueblo de Israel para comunicarse y hacernos conocedores de su intención y deseo de rescatarnos de la maldad y de conducirnos hacia una vida en libertad y en su presencia, hoy Dios destruye nuestra inseguridad e incertidumbre, dándonos en Cristo el signo más grande de su amor y de su deseo de estar siempre con nosotros. Si después del éxodo, de la reconquista de la tierra prometida y demás milagros obrados por Dios en la historia de su pueblo, creímos que ya no nos cabía esperar más milagros para nuestro rescate, Dios nos sorprende enviando a nuestro auxilio a su preciado y único Hijo. Imagina que hará Dios en tu vida si tú se lo permites.


Queridos hermanos, si Dios no escatimó en esfuerzos y en señales para salvar a un pueblo que no le era obediente y que tenía su corazón lejos de Él, imagina qué puede hacer Dios por ti, por tu vida, por tu sanidad, por tu liberación, por tu futuro tan solo si le eres obediente, si escuchas su Palabras, sigues su voz, cumples sus preceptos y te entregas en generosidad a tus hermanos. Si abres tu corazón a Dios y te entregas a Él confiadamente no necesitarás más signos ni señales, y podrás gozar de la certeza de que Él siempre y en todo lugar está contigo, obrando en tu provecho y conduciendo tu vida hacia la plenitud.


Hagamos de este tiempo de cuaresma el tiempo propicio para volver nuestro corazón a Dios, para no olvidar que el Anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios es el anuncio de que Dios está dispuesto a todo por nosotros, por nuestro rescate y por nuestra plenitud, y de que, para cumplir su propósito, nada le es imposible. Por eso, llenos de alegría y esperanza por la alegre noticia del anuncio del Ángel, como María, ofrezcamos nuestra total disposición a Dios proclamando: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”.