22 de marzo_Martes

FRAILES DE LA ORDEN DE PREDICADORES

PROVINCIA SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA

CONVENTO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

MEDITACIONES PARA LA PREDICACIÓN

Fr. Juan David OSPINA OSPINA, O.P.

MARTES: 22 de marzo de 2022

Síntesis del Evangelio: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» (Mt. 18, 21-35)


Estimados hermanos, la primera lectura está tomada del libro de Daniel (3, 25. 34-43). Hoy se nos presenta la oración de Azarías, uno de los tres jóvenes que junto con Daniel será condenado al horno de fuego. En el relato, Azarías eleva a Dios una oración en nombre de todo el pueblo, pues él y su pueblo se encuentran en desgracia a causa de su pecado. Por razones, que el relato no menciona, el pueblo de Israel ha sido despojado de los profetas, de los príncipes y de los jefes, y más preocupante aún, no cuentan con el templo en el que estaban acostumbrados a ofrecer sacrificios, ofrendas, incienso y las primicias. El pueblo ha sido despojado de todo lo que los identificaba, los diferenciaba de los otros pueblos y les permitía comunicarse y sentirse más cerca de Dios.


Pero hoy Azarías nos enseña que aún en los momentos más difíciles, cuando todo parece haberse escapado de las manos, siempre es posible seguir ofreciendo a Dios lo más preciado que poseemos: nuestro corazón y nuestro espíritu. Entre más conocía Israel a Dios, poco a poco fueron descubriendo que Dios no quiere sacrificios y holocausto, porque cuando lo que se ofrece a Dios son rituales exteriores, cuando lo que se ofrece viene de fuera del hombre, el corazón se mantiene intacto y estático. Por ello, a pesar de ofrecer sacrificios y holocaustos por muchísimos años, Israel seguía cayendo en pecado y en desobediencia.


Hoy, con el pasaje de Daniel, se nos enseña que lo que debemos ofrecer a Dios debe salir de dentro del hombre; Nada agrada más a los ojos de nuestro Dios que un corazón contrito y un espíritu humilde. Ofrendar el corazón y el Espíritu es ofrendar todo cuanto somos, y todo cuanto tenemos; es una entrega total y definitiva a Dios. Es un compromiso en el que ofreciéndose a Dios el corazón, deseamos de vuelta el hacernos receptores de sus pensamientos y de sus sentimientos. Es desear ver las cosas como las ve Dios y sentir y querer lo que Dios siente y quiere en su pueblo y para su pueblo. Ofrecer el Espíritu es hacerse obediente a la voluntad de Dios en todo momento y en todo lugar, y no solo en momentos puntuales y concretos.


Hermanos, que este tiempo de cuaresma sea el tiempo propicio para querer y aprender a ofrendar a Dios lo más importante y valioso que tenemos y, por tanto, lo más agradable a sus ojos: nuestro corazón y nuestro espíritu. Acto de confianza total a Dios, pues como nos lo enseña hoy Azarías, quien confía en Dios nunca quedará defraudado.


Por su parte, el evangelio de San Mateo (18, 21-35) nos presenta a Jesús enseñando que no se ha de perdonar setenta (70) veces, sino hasta setenta veces siete. Hoy Jesús nos enseña que el perdón debe ser siempre, incondicional, generoso y gratuito. ¿Pero de dónde sale el número setenta veces siete? Según Ariel Álvarez Valdés (2020, pág. 139), el número remite a la historia de Caín y Abel. Según el Génesis, Caín era tan malvado que cuando recibía daño de alguien, se acostumbró a vengarse no una ni dos veces, sino hasta siete veces; y este resentimiento y manera brutal de arremeter contra los demás, se fue heredando en su descendencia, hasta que, en uno de sus nietos, llamado Lámek, llegó a su máxima expresión. Según el Génesis (4, 17-24) Lámek, siguiendo el mal ejemplo de su abuelo Caín, adquirió el hábito de vengarse hasta setenta veces siete. Fue esta maldad creciente, que fue heredada en la familia humana, la que provocaría el Diluvio.


Jesús, recordando la historia de Caín y su nieto Lámek, nos enseña que los hijos de Dios debemos oponer siempre al sentimiento de rencor y de venganza el perdón fraterno. Únicamente a través del perdón es posible salvar nuestra sociedad y al mundo entero del desastre. Es tan importante para Cristo el perdón, que lo enseñó varias veces y de diversas maneras; Hasta nos inmortalizó la necesidad del perdón en la oración del Padre Nuestro, recordándonos que, si deseamos el perdón del Padre, Él nos perdonará en la medida en que nosotros perdonemos a los hermanos.


Pero ¿Por qué es tan importante el perdón? El perdón es importante en la vida del creyente porque perdonar no es hacerle un favor a quien nos ofende, sino que se trata de hacernos un favor a nosotros mismos; guardar rencor y odio en el corazón solo daña y lastima a quien da cabida a esos sentimientos, quitando la tranquilidad, envenenando la mente y hasta privándonos del sueño por la angustia de la venganza, mientras que quien nos ofende vive su vida en tranquilidad. Así pues, quien perdona gana; gana libertad y gana sanidad, porque perdonar es como quitarse una espina envenenada que puede destruir una vida.


Cuando cristo nos prometió que nos daría vida y una vida en abundancia (Jn 10, 10), nos prometió una vida libre de enfermedades del cuerpo, pero también libre de enfermedades del alma, libres de rencor y de odio; por eso Cristo es tan insistente en la necesidad del perdón en la vida de todo aquel que quiera seguirle. Cristo quiso que sus discípulos aprendieran el perdón para que ellos se vieran libres de todo mal sentimiento que pudiera perderlos y envenenar su vida.


Queridos hermanos, hagamos de este tiempo de Cuaresma, el tiempo propicio para aprender a perdonar, para que así ya nada pueda alejarnos de Dios.


Referencias:

Valdés, A. A. (2020). ¿Cuál es el origen del diablo? Navarra: Verbo Divino.