20 de marzo_Domingo

FRAILES DE LA ORDEN DE PREDICADORES

PROVINCIA SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA

CONVENTO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

MEDITACIONES PARA LA PREDICACIÓN

Fr. Juan David OSPINA OSPINA, O.P.

DOMINGO: 20 de marzo de 2022

III Domingo de Cuaresma


Síntesis del Evangelio: «Pero el viñador contestó: –Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.» (Lc. 13, 1-9)


Estimados hermanos, hoy la primera lectura está tomada del libro del Éxodo. En el pasaje de hoy Dios llama la atención de Moisés en forma de una zarza que arde pero que no se consume. Hoy el autor sagrado nos está recordando que Dios hace hasta lo imposible por llamar nuestra atención. Sin embargo, ya hoy no nos habla a través de milagros, como el de la zarza, pues ya nos ha hablado a través de su palabra definitiva, su Hijo primogénito, nuestro Señor Jesucristo. Hoy Dios nos habla a través de corazones que arden en desesperación, en angustia, en opresión, en temor, y es esos corazones que Dios nos pide hoy que vayamos a auxiliar.


Hoy YAHVÉ se presenta ante Moisés para enviarlo a la misión, para enviarlo al rescate de su pueblo, pues ha escuchado sus quejas, ha visto la opresión y se ha fijado en sus sufrimientos. También hoy Dios escucha nuestras oraciones y nuestras súplicas y viene en nuestro auxilio, pero quizá no hemos sabido acoger el auxilio de Dios, porque nos llega en personas o en hermanos a los que nos negamos a reconocer como enviados de Dios. O quizá nosotros somos los enviados de Dios que Él ha querido para el auxilio de los hermanos, pero somos nosotros quienes nos negamos a recibir la misión, o más preocupante aún, nos negamos a escuchar a Dios, desviamos nuestra atención hacia otro lado y nos negamos a hablar en nombre de Dios, unas veces por vergüenza y otras tantas por cobardía y temor.


Todos podemos ser presa del temor que se siente ante las exigencias de la misión que Dios quiere para cada uno de nosotros. Todos nos podemos sentir tentados a negarnos al llamado de Dios a la misión y escondernos tras nuestras debilidades y, como Moisés, decirle al Señor: “soy torpe de boca y de lengua” (Ex. 4, 10.), o como Jeremías: “Señor, no sé hablar” (Jer. 1, 6). Sin embargo, queridos hermanos, no hay por qué temer, pues, hoy Dios nos dice, al igual que dijo a Jeremías: “No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte".


No nos neguemos más a la misión, pues podemos tener la plena seguridad de que Dios no llama a hombres y mujeres preparados, sino que prepara a los hombres y mujeres que ha escogido. No olvides que el Señor Dios es nuestro Padre, y como tal, es presto a nuestros clamores y súplicas y jamás nos defraudará; solo debemos confiar plenamente en Él, como Moisés, y dar un sí rotundo y generoso, sin temor y sin tibiezas.


Por su parte, el Evangelio de San Lucas (13, 1-9) trae para nosotros el pasaje de la higuera que no dio fruto bueno. No hay pasaje que se entienda mejor y que no necesita de explicación como el relato de la higuera que hoy nos presenta el evangelio. Ustedes y yo hemos sido testigos de cómo en estas dos semanas del tiempo de cuaresma que hemos vivido, Dios se ha “desbordado” en revelarnos que somos sus hijos muy preciados, y que, como tal, quiere lo mejor para nosotros; anhela y desea nuestra salvación; y por ello, ha dispuesto de un único precepto con el cual respondemos en gratitud: el amor.


En su enseñanza, Cristo nos ha revelado que el más grande de los preceptos es el amor, el amor a Dios, al prójimo y así mismo; y puesto que la única manera de demostrar que realmente se ama es a través de las acciones concretas, nuestras acciones se convierten en los frutos que dan a conocer lo que realmente hay en nuestros corazones. Queridos hermanos, hoy Dios nos dice que cada uno de nosotros somos como una higuera, de la cual Él espera cosechar los frutos; hagamos de este tiempo de Cuaresma el tiempo propicio para realizar un examen de conciencia sobre la calidad de los frutos de nuestras acciones y de la calidad de nuestro compromiso cristiano.


Por último, no olvidemos que nuestro Dios es benevolente, y al igual que el viñador hoy decide darle un año más a la higuera para que dé frutos, hoy Dios nos regala una nueva oportunidad para dar frutos y frutos en abundancia en medio de los hermanos, a partir de la conversión del corazón. Tampoco olvidemos que nuestro Dios es un Dios compasivo que hace salir el sol y caer la lluvia sobre justos e injustos, y más aún, que quiere NO la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y vida; Por tanto, hagamos de este tiempo de cuaresma el tiempo propicio para renunciar a nuestro pecado, enmendar nuestros errores y superar nuestras debilidades para volver el corazón a Dios.