01 marzo_Martes

FRAILES DE LA ORDEN DE PREDICADORES

PROVINCIA SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA

CONVENTO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

MEDITACIONES PARA LA PREDICACIÓN

Fr. Juan David OSPINA OSPINA, O.P.

MARTES: 01 de marzo de 2022

Síntesis del Evangelio: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más.» (Mc. 10, 28-31)

Estimados hermanos, la primera lectura tomada del primer libro de san Pedro nos enseña que la Salvación nos es ganada por los méritos de los sufrimientos de Cristo. Y aunque es cierto que ya se prefiguraba el cumplimiento de la misión de Cristo en las predicaciones de los profetas, el misterio de la Salvación seguía siendo un misterio. Quién es digno o merecedor de la salvación nunca fue decisión de los profetas en los tiempos de Israel, así como tampoco es nuestra decisión en nuestros tiempos.

Al igual que nos lo enseñaba ayer la liturgia, hoy se nos recuerda que solo de Dios viene la salvación y, por tanto, no es nuestra misión el ser jueces y ejecutores de sentencias de muerte para los hermanos. Muy por el contrario, la misión a la que sí estamos llamados todos los cristianos es a actuar en el aquí y en el ahora de nuestra historia según la revelación hecha en Cristo y por Cristo, que no es otra cosa que el cumplir con el mandamiento del amor transformándonos en seguidores y discípulos del Maestro y en anunciadores de la Buena Noticia de la Salvación para todos los pueblos.

Ser cristianos no significa tener licencia para señalar y gritar a los cuatro vientos los defectos o errores de los hermanos. El deseo de llevar a los demás a Dios no inicia con el buscar denunciar lo que está mal en los demás, sino en invitar al hermano a cambiar de conducta y a iniciar una vida conforme al Evangelio según las acciones justas, misericordiosas y caritativas de nuestra vida y con el ejemplo de una vida santa. Ser cristianos significa buscar y desear la santidad, porque nuestro Dios es Santo.

Por su parte, el Evangelio de san Marcos nos recuerda la exigencia más grande que Cristo enseñó a sus discípulos y, con ellos, a todos nosotros, quienes por más de dos mil años (2.000) nos hemos llamado cristianos. Dejarlo todo y seguirlo a Él.

Seguir a Cristo significa entregar la vida entera a la causa del Evangelio; significa asumir como propia la misión de Cristo. Significa hacernos predicadores de la Buena Noticia de Salvación; Significa depositar nuestra fe y nuestra confianza solo en Dios. Pero más aún, seguir a Cristo significa buscar lo que Dios busca y querer lo que Dios quiere.

Hoy el evangelio nos exige dejar casa, hermanos, padres, hijos y tierras. Pero ¿Cómo hemos de entender el significado y la profundidad de esta exigencia evangélica? Pues bien, queridos hermanos, dejar casa, hermanos, padres, hijos y tierras significa no colocar los ojos, ni los deseos, ni las fuerzas en otra cosa que no sea en dar de comer al hambriento, en dar de beber al sediento, en vestir al desnudo, en curar al enfermo, en ser la palabra de los que no tienen voz, en ser la guía de los que no pueden ver, en ser el soporte de los débiles, en ser el consuelo y alivio de los afligidos, en ser los liberadores de quienes se encuentran prisioneros y cautivos.

Dejar la casa significa que estamos llamados a convertirnos en el refugio de los hermanos más débiles y vulnerables; Dejar a los hermanos significa preocuparnos por compartir la vida con todos los hombres y mujeres con los que nos realizamos como personas y como cristianos; Dejar los padres significa hacernos obedientes y dóciles en el servicio y la escucha de todos los hermanos; Dejar los hijos significa preocuparnos por todos aquellos los más pequeños, para protegerlos y educarlos en la voluntad de Dios; dejar la tierra significa estar dispuestos a ir a todos los lugares, a tocar de puerta en puerta para anunciar que nuestro Dios es un Dios de amor y que desea nuestra salvación.

Indudablemente cumplir con la voluntad de Dios y hacernos discípulos de Cristo traerá para nuestras vidas el ciento por uno en bendiciones. Sin embargo, no dejemos de lado la invitación que el mismo Cristo nos hacía hace unos días en la liturgia, al motivarnos a que nuestro compromiso cristiano esté movido e inspirado como una respuesta de amor de nuestro corazón al amor revelado por Dios desde la creación del mundo. Amén.