19 de marzo_Sábado

FRAILES DE LA ORDEN DE PREDICADORES

PROVINCIA SAN LUIS BERTRÁN DE COLOMBIA

CONVENTO NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

MEDITACIONES PARA LA PREDICACIÓN

Fr. Juan David OSPINA OSPINA, O.P.

SÁBADO: 19 de marzo de 2022

SOLEMNIDAD:

San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María.


Síntesis del Evangelio: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados» (Mt. 1, 16. 18-21. 24a)


Estimados hermanos, hoy la primera lectura está tomada del segundo libro de Samuel. En él se nos está invitando a recordar que Dios es cercano y que desea estar eternamente con nosotros. La primera lectura nos habla de Salomón, la descendencia del Rey David, aquel que construyó una casa a nombre de nuestro Dios en medio del pueblo. En este pasaje se nos habla del deseo de YAHVÉ de morar en un templo en medio de su pueblo, no a causa de su necesidad, sino a causa de la nuestra.


Queridos hermanos, hoy se nos presenta un destello de la pedagogía de Dios; y es que, ante nuestra terquedad de ser incapaces de descubrir a Dios en la creación y en nuestros hermanos, nuestro Dios ha querido hacerse asequible, cercano, presente a través del templo, no a causa de su necesidad, sino a causa de la nuestra. Al igual que existen en nuestro entorno lugares a los que acudimos para descansar, otros para ser curados, otros para recrearnos y otros a los que acudimos para formarnos y educarnos; así mismo, Dios ha querido hacer posible un lugar al cual podamos acudir para disponer nuestro corazón a la escucha de la voz de Dios, para descansar en su Espíritu, para ser curados de las enfermedades de nuestra alma, para recrearnos en su amor y bondad, para crecer espiritual, humana y cristianamente y para encontrarnos con los hermanos y, en medio de ellos, sentirnos en familia.


Sin embargo, debemos no olvidar que el principal templo en el que Dios desea y anhela morar, somos nosotros. Dios quiere habitar en nuestro corazón y hablarnos al oído en nuestra conciencia. Como un padre con su hijo, quien vela incesantemente y procura su bienestar, hoy Dios, como nuestro Padre, procura su fidelidad y misericordia para nosotros.


Por su parte, la segunda lectura nos presenta la carta del Apóstol Pablo a los Romanos (4, 13. 16-18. 22), ella trae para nosotros una hermosa enseñanza en cuanto a la fe. San Pablo nos enseña que por la fe, y no por la ley, es que Dios nos hace destinatarios de sus promesas. En otras palabras, Dios no se obliga por ley alguna a “firmar” alianzas o pactos con nosotros; lo hace porque cree y confía en que nosotros sabremos creer en Él y, más importante aún, creerle a Él. Nuestro Dios YAHVÉ prometió a Abraham una descendencia tan numerosa como las estrellas en el cielo o como los granos de arena en el mar, cuando aún no existía entre ambos alianza o pacto sustentado en la ley; Dios hizo una promesa y Abraham creyó en Él. Queridos hermanos, que este tiempo de Cuaresma sea la oportunidad propicia para volver el corazón a Dios y así creer en su Palabra, en su bondad, en su misericordia y en su plan de salvación para todos, en confianza total, sin miedo, sin peros, sin medida, sin reproches, sin excusas, sin tibiezas, sin pausa.


En continuidad con la primera y segunda lectura, la enseñanza evangélica que hoy trae San Mateo (1, 16. 18-21. 24ª) nos presenta el ejemplo de hombre justo y creyente de San José, esposo de la Santísima Virgen María. De manera muy especial, hoy el evangelista Mateo nos presenta a José como hijo de David, y hace mención explícita de ello, puesto que, en el segundo libro de Samuel, que leímos hoy, Dios ha prometido su fidelidad para la casa de David y su descendencia. Hoy somos testigos de dos maravillosos acontecimientos de fe: el primero nos hace testigos de cómo la promesa de fidelidad de Dios se cumple en San José; el segundo nos hace testigos de cómo por la fidelidad a Dios y su constancia en la fe, san José se hace justo y merecedor de tan enorme privilegio, ser el padre por adopción del Hijo de Dios.


Como dice el dicho, una es la familia en la que nacemos y otra la familia que elegimos; hoy Dios elige a José como padre de adopción de su Hijo Divino, porque José creyó en Él y creyó a su promesa. También hoy nosotros tenemos la oportunidad de elegir nuestra familia, de elegir por Padre a Dios y elegir por hermanos a todos los hombres y mujeres del mundo entero; solo debemos no desfallecer en la fe y no desfallecer en la confianza y en la certeza de que Dios es fiel a su amor y misericordia y actuar en consonancia con ello en medio del mundo.