Capítulo 3: EXTERMINIO
PARTE 2
Capítulo 3: EXTERMINIO
PARTE 2
Los viajeros se quedaron quietos, incapaces de reaccionar, mientras el extraño Forgaro tomaba impulso. Sus movimientos ágiles y precisos dejaban una estela de polvo a su paso. Se acercaba rápidamente, con una determinación que helaba la sangre. Fritsa, siempre alerta, tomó su arma con manos firmes y comenzó a dispararle, pero el forgaro era demasiado rápido, esquivando las balas con movimientos que parecían calculados al milímetro.
Gefto, viendo la ineficacia de los disparos, decidió atacar cuerpo a cuerpo. Con un rugido, lanzó un poderoso golpe directo al pecho del forgaro, pero este lo bloqueó con sus brazos.
Drukas
Semill de Krumpack
El impacto hizo eco en el aire, pero el forgaro ni se inmutó. Retrocedió unos pasos, sus ojos brillando con una intensidad inquietante, como si estuviera evaluando sus posibilidades.
Cuando el forgaro estuvo lo suficientemente cerca, los demás viajeros decidieron intervenir, dispuestos a detenerlo a cualquier costo. Pero antes de que pudieran atacar, el forgaro levantó una mano y realizó una señal que parecía vibrar en el aire. De pronto, un ejército de forgaros descendió de los cielos, sus siluetas cortando la luz mientras aterrizaban con precisión a su alrededor. Cada uno de ellos sujetó con fuerza a los viajeros, inmovilizándolos sin mostrar piedad.
Incursor aéreo
Fritsa, jadeando por el esfuerzo, logró zafarse de los brazos de uno de los forgaros y se adelantó. Con un movimiento rápido, colocó el arma en la cabeza del atacante principal, su dedo firme en el gatillo. Pero antes de que pudiera apretar el disparador, una voz resonó, clara y autoritaria, deteniendo todo en seco.
—¡Alto! —exclamó la voz, haciendo que los forgaros se detuvieran instantáneamente.
Los viajeros levantaron la vista y vieron a Mirae, al que habían estado buscando todo este tiempo. Su presencia era imponente, y su mirada, aguda y analítica, recorrió a cada uno de los viajeros como si pudiera leer sus pensamientos. Mirae miró al forgaro y, con un tono severo, le dijo:
—Déjalos, Drukas. Ellos son enviados por Dóor…
Mirae Alis
primer forgaro
El forgaro, a regañadientes, dio una orden y liberó a los viajeros, pero Mirae añadió con una sonrisa burlona:
—Seguramente a morir.
Sin esperar respuesta, Mirae se dio la vuelta y se retiró, dejando a los viajeros con un nudo de dudas en sus mentes. Sin decir más, los Forgaros restantes los condujeron a una base oculta, un lugar construido en el interior de una montaña cercana.
En la base, Mirae los sentó frente a él y los observó con una mezcla de burla y curiosidad. Fritsa, incapaz de contenerse, lo miró directamente a los ojos y le preguntó:
—¿Quién eres?
Mirae sonrió, ladeando la cabeza como si la pregunta fuera irrelevante.
—Eso no importa —respondió con desdén—. Solo somos unos renegados de las órdenes de Forgara.
Los cazadores intercambiaron miradas ante esta declaración, pero Mirae no les dio tiempo a formular más preguntas y continuó.
—Ya nos cansamos de las órdenes de Doór y de Forgara. —Señaló a los Forgaros que custodiaban la entrada con un gesto casual.
Gefto decidido a obtener respuestas, habló con seriedad:
—Forgara está muerta.
Mirae, lejos de sorprenderse, se inclinó hacia ellos con una leve sonrisa.
—Lo sé —dijo, casi en un susurro—. Estoy fuertemente vinculado a ella. Era mi madre. Su muerte se sintió... liberadora.
Las palabras de Mirae encendieron la ira de Fritsa, quien apretó los puños con fuerza, luchando por mantener la compostura. Pero Mirae se dio cuenta de inmediato de su reacción y la miró con una mezcla de burla y simpatía.
—Somos iguales, ¿sabes? —dijo, cruzando los brazos—. Pero tú ya tienes una personalidad. Yo, en cambio, tuve que inventarme una... una más divertida.
Mirae dejó escapar una risa seca y, sin esperar respuesta, se giró hacia la salida.
—Vamos, vengan afuera. Hay cosas más interesantes que hacer que revivir historias aburridas.
Los viajeros lo siguieron, con el eco de sus pasos resonando en los pasillos oscuros de la base. Afuera, el paisaje árido y las luces de un sol poniente parecían marcar el preludio de algo grande que estaba por venir.
Ya en el exterior, los viajeros se detuvieron al borde de un terreno elevado. Desde allí, podía ver un vasto panorama: ejércitos de doeelds de todos los reinos marchaban en perfecta sincronía hacia las costas. Las banderas ondeaban en el viento, y el retumbar de los tambores de guerra llegaba hasta ellos como un eco distante pero amenazante.
Mirae señaló con la mano hacia el horizonte, donde las tropas se reunían como un torrente imparable.
—Por eso estamos aquí —dijo con voz grave—. Esto va a explotar, y tenemos asientos en la primera fila.
Gefto, con el ceño fruncido, lo miró y rompió el silencio.
—¿Vas a participar? Tienes muchas tropas aquí, podrías cambiar el curso de esto.
Mirae se quedó pensativo, llevando una mano a su cara, y respondió con un tono despreocupado:
—Mmmm… no sé qué ganaría con esto. —Hizo una pausa, observando cómo las filas de soldados avanzaban como un río de acero. Luego añadió con una sonrisa irónica:— Hasta los repugnantes de los zarcas se están moviendo. Todo el continente está en guerra por culpa de un par de seres ajenos a todo esto.
Fritsa y Gefto intercambiaron una mirada, sus expresiones reflejando una mezcla de desconcierto y curiosidad. Finalmente, Fritsa habló:
—¿A qué te refieres con "seres ajenos"?
Mirae dejó escapar una carcajada que resonó en el aire como una nota discordante, y luego, con una sonrisa amplia y un brillo en los ojos, miró a los dos viajeros.
—Ya lo entenderán cuando lo vean con sus propios ojos. —Colocó una mano firmemente en el hombro de Gefto, inclinándose ligeramente hacia él—. Todo esto tiene un propósito... aunque ustedes todavía no lo sepan.
Mirae se irguió, dejando que sus palabras colgaran en el aire como una sombra, y finalmente dio una orden con tono firme:
—Agarren sus cosas. Partimos inmediatamente.
Sin darles tiempo a procesar lo que había dicho, Mirae se giró y comenzó a caminar hacia un grupo de soldados forgaros que esperaban cerca de una puerta de salida.
Soldado de Dranaval