Dinax, el explorador de Anisss
Dinax, el explorador de Anisss
Dinax, el explorador de Anisss
Desde el momento en que surgió de los oscuros recovecos de la colmena, Dinax, perteneciente a la raza zarca, reveló una inquietud y un ardor inquisitivo que, presagiaban un destino singular y maldito. En su interior habitaba una chispa de curiosidad indomable, una pulsión que lo apartaba de la apacible conformidad que dominaba a sus congéneres, esclavos de los rituales y deberes que la colmena demandaba. En el silencio de la penumbra, mientras sus compañeros aceptaban sin cuestionamientos las tareas encomendadas, Dinax percibía un llamado distante, un susurro espectral que lo invitaba a abandonar el sendero conocido y adentrarse en lo desconocido.
Las garras del destino lo llevaron a convertirse en explorador, un título tan venerado como temido entre los zarca, pues conllevaba el riesgo de enfrentar horrores que podrían quebrantar la mente más férrea. Fue así como dedicó su existencia a la búsqueda incansable de recursos que sostuvieran la Colmena, en una espiral de incursiones que parecían no tener fin. Mientras otros exploradores regresaban a la seguridad de su hogar, satisfechos con los frutos de su esfuerzo, Dinax sentía en sus entrañas el insidioso impulso de la insatisfacción, la certeza de que aún quedaban secretos enterrados en las sombras, aguardando ser descubiertos.
Morbak de Monba
Era conocido entre los suyos no solo por su incansable determinación, sino también por su prodigiosa habilidad para camuflarse, un talento que lo convirtió en un ser casi mítico entre los suyos. Con una maestría que parecía rayar en lo sobrenatural, Dinax se envolvía en un manto de invisibilidad tejido con madejas y hojas del bosque, integrándose en los paisajes más inhóspitos y peligrosos, desvaneciéndose de la vista de aquellos que osaban buscarlo. Su destreza para evadir los ojos vigilantes de las criaturas que acechaban en los rincones oscuros del mundo Zarca le permitió explorar territorios que ningún otro se había atrevido a pisar.
Fue en el transcurso de una de esas temerarias expediciones que Dinax descubrió una afinidad con los Morbak, seres de una fiereza y lealtad que desafiaban la comprensión. Con una paciencia y astucia que desafiaban la comprensión de los otros zarca, fue capaz de someter a estas bestias salvajes a su voluntad, transformándolas en aliados inesperados en su peligrosa búsqueda. Este don, que habría sido la envidia de cualquier otro, le otorgó a Dinax una ventaja inestimable en sus incansables exploraciones. Y sin embargo, como un fatídico presagio que no puede ser eludido, su destino tomó un giro ominoso en una oscura noche durante una incursión en el Bosque Negro.
Ningald Alis, nigromante del Bosque Negro
Fue allí, en esa región maldita, donde Dinax encontró su perdición. El destino lo llevó a cruzarse con Ningald, el nigromante cuyas oscuras artes eran susurradas en las leyendas más sombrías de los zarca. El encuentro desencadenó una guerra que resonaría en las profundidades del bosque. Dinax, consciente de que se enfrentaba a un poder más allá de lo conocido, invocó a sus fieles morbak, mientras que Ningald, con un gesto de su mano corrupta, desató una horda de zombis que emergieron de la tierra como una pesadilla hecha carne. La batalla que siguió fue tan feroz como reñida en sus comienzos; los morbak de Dinax lucharon con una ferocidad sin igual, mientras los muertos vivientes de Ningald avanzaban sin cesar. Pero el destino fue inexorable, y Dinax pronto se dio cuenta de que su fuerza era insuficiente ante las hordas interminables que lo atacaban desde todas direcciones.
Sin embargo, Dinax no se rindió. Aun cuando la oscuridad lo rodeaba, luchó hasta su último aliento, cada golpe y cada movimiento demostrando una valentía y determinación que pocos podrían haber imaginado. Ningald, observando desde las sombras, percibió el potencial y la indomable voluntad del zarca. Y así, en su lecho de muerte, cuando la vida abandonaba su cuerpo, el nigromante lo reclamó como suyo. Dinax fue arrastrado de regreso al mundo de los vivos, aunque ya no como el ser que una vez fue. Bajo el influjo de Ningald, fue resucitado, su cuerpo y mente encadenados a la voluntad del nigromante.
Dinax, el explorador de Ningald
Ahora, convertido en un zombi, una parodia grotesca del explorador que solía ser, dirige las tropas del nigromante en la región este del Bosque Negro. Su propósito ha cambiado; ya no busca recursos para la colmena, sino que se ha convertido en el brazo ejecutor de Ningald, su misión esparcir el terror y la muerte en las selvas Monba, sometiendo a sus habitantes y utilizando su conocimiento de los morbak para afianzar el dominio oscuro de su nuevo amo. Los morbak, que en vida habían sido sus fieles aliados, no escaparon a su destino bajo la influencia de Ningald. Con el mismo control despiadado que había sometido a Dinax, el nigromante convirtió a estas bestias en zombis hambrientos de cadáveres, esbirros insaciables que arrastraban su peso muerto por los bosques, devorando los restos de aquellos desafortunados que se cruzaban en su camino.
Las sombras en las que una vez se movía con habilidad ahora lo rodean como una mortaja, su existencia es un tormento perpetuo, marcado por la obediencia ciega a un maestro cuya maldad no conoce límites. Y así, el nombre de Dinax, que alguna vez fue sinónimo de valentía y audacia, se ha convertido en un susurro de miedo, un recordatorio de que incluso los espíritus más indomables pueden ser aplastados por las fuerzas inefables que habitan en los rincones más oscuros de la creación.
Carroñero de Monba