Capítulo 2: DEVASTACION
PARTE 2
Capítulo 2: DEVASTACION
PARTE 2
Con las primeras luces del amanecer, los jinetes de Trisdal empezaron a movilizar a los heridos lejos del campo de batalla, mientras otros guerreros destrozaban los cuerpos que aún se retorcían, asegurándose de que ningún muerto viviente volviera a levantarse. Por un breve instante, parecía que habían recobrado el control y que el campo, a un alto costo, les pertenecía. Sin embargo, el momento de calma fue efímero. La atmósfera se volvió pesada y amenazante cuando, desde el corazón de la oscuridad, emergió Ningald, el nigromante del Bosque Negro. Su llegada era un presagio de destrucción. Nadie en el ejército de Trisdal lo había visto tan alejado de su reino sombrío. Envuelto en una nube de humo y un hedor abrumador a muerte, Ningald avanzó, y los soldados sintieron cómo el miedo se apoderaba de ellos, paralizando sus cuerpos mientras el aire parecía envenenarse con su presencia.
Ningald Alis
Nigromante del Bosque Negro
Con un movimiento solemne, Ningald levantó su bastón, y los soldados caídos comenzaron a retorcerse y moverse nuevamente. Los cadáveres cercanos se arrastraron unos hacia otros, amalgamándose en un solo cuerpo que se alzaba, grotesco y descomunal, formando una abominación gigantesca. Era una criatura deformada, unida por la carne muerta de innumerables guerreros, que avanzaba con una ferocidad imparable, renovando la ofensiva con una furia inhumana. Ningald, de pie detrás de la monstruosidad, parecía emerger de las sombras, guiándola con una calma macabra, dejando claro que la batalla estaba lejos de terminar.
Abominacion de Nilgald
Boltral, observando la escena y comprendiendo el peligro inmediato, ordenó a sus tropas cargar directamente contra el nigromante en un intento desesperado por romper su dominio. Los guerreros avanzaron con todo lo que les quedaba, mientras los cadáveres seguían levantándose para unirse a una segunda oleada de muertos vivientes que se lanzaban al ataque. Aprovechando la confusión, Boltral dio instrucciones a Idarol para invocar una enredadera sobre la abominación, buscando inmovilizarla. Las raíces se entrelazaron alrededor de la criatura, sujetándola mientras Boltral preparaba un hechizo para liberar el espíritu atormentado atrapado en la carne putrefacta y poner fin a su sufrimiento.
Boltral Reepko
Rey de Trisdal
Mientras Idarol trataba de mantener a la abominación sujeta, Fritsa, Ummy y Sued, viendo que el único modo de detener esta abominación era llegar hasta Ningald, intentaron abrirse paso a través de los zombis restantes. Sin embargo, la cantidad de muertos vivientes era abrumadora, y no lograban acercarse. Ummy, agotada tras el extenso combate, comenzó a flaquear y perder el ritmo, mientras Fritsa retrocedía con cada disparo, incapaz de mantener el paso ante la horda interminable de muertos. Sued, al notar un punto ciego dejado por la confusión, aprovechó una abertura para avanzar hacia la abominación en medio del conflicto masivo que los rodeaba, decidido a alcanzar a Ningald y poner fin a la devastación.
Jinete de Trisdal
En ese momento, Sued notó que Ningald comenzaba a acercarse hacia ellos y, en un intento desesperado por detener al nigromante, decidió atacarlo directamente. Sin embargo, al acercarse, sintió cómo su piel comenzaba a arder y a agrietarse: la presencia de Ningald, tan nociva para la vida, emanaba un veneno invisible y corrosivo que impregnaba el aire. Sued retrocedió, tratando de cubrir la herida abierta en su carne, pero no advirtió a una de las criaturas que se acercaba desde el flanco. La abominación lo alcanzó, perforando su pierna derecha y atrapándolo del brazo izquierdo. Con un movimiento brutal, lo sacudió en el aire antes de arrojarlo al suelo, dejándolo momentáneamente en estado de shock.
Al recuperar la conciencia, Sued intentó ponerse de pie, pero Ningald ya estaba a su espalda. Sin mediar palabra, el nigromante extendió su mano y le infundió una maldición letal. Sued, incapaz de resistir, cayó de rodillas mientras su cuerpo comenzaba a descomponerse hasta que, en cuestión de segundos, se redujo a un montón de carne putrefacta. Fritsa, viendo cómo su compañero perecía, cargó hacia Ningald y disparó un proyectil que atravesó el traje del nigromante, dejando solo un hueco sin causarle daño real.
En ese instante de distracción, la criatura que Boltral intentaba purificar rompió finalmente las enredaderas que la sujetaban y, con un ataque repentino, cercenó la cabeza del rey Boltral. Los jinetes, atónitos, vieron cómo la cabeza de su rey volaba por los aires, y algo se rompió dentro de Idarol; la escena la paralizó por completo, incapaz de seguir luchando mientras el horror se apoderaba de ella. La brutalidad de la muerte del rey sembró el pánico entre los jinetes y disminuyó su moral.
Amenaza de Ningald
A pesar de la tragedia, Fritsa, dominada por la furia al ver la caída de su compañero y de su rey, cargó hacia Ningald nuevamente, intentando mantener la presión sobre el nigromante. Sin embargo, algunos soldados putrefactos emergieron como un escudo alrededor de él, bloqueando sus avances y atrapándolos en una lucha brutal.
La desesperanza se apoderó de los guerreros. Todo parecía perdido, y el campo de batalla estaba a punto de convertirse en un cementerio cuando, de repente, los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar el terreno. La luz del día, aunque débil, afectó a los muertos que habitaban las profundidades del Bosque Negro, causando que algunos se desintegraran y otros retrocedieran. La oscuridad que los rodeaba comenzó a disiparse, forzando a las criaturas de Ningald a retroceder. Incluso el nigromante pareció vacilar, y su dominio sobre la abominación y los muertos empezó a desmoronarse. Ningald, viendo que su control se desvanecía bajo la luz del día, desapareció lentamente en la penumbra, llevándose consigo su humo y su pestilencia.