MAPA DE DAFTASI
MAPA DE DAFTASI
PRE ARMADOS DE DAFTASI
Daftasi es un páramo enclavado en un vasto y enigmático pantano. Su esencia cambia con los ciclos del día, que se dividen en tres momentos distintivos: día, crepúsculo y anochecer.
DIA
Con la llegada del día, el pantano despierta de su letargo, envuelto en la bruma que se alza lentamente con los primeros rayos del sol.
Los enuk, pequeñas y escurridizas criaturas, emergen de sus refugios con sigilo, sus cuerpos apenas cubiertos por harapos deshilachados. Blandiendo toscas armas, recorren las ciénagas en busca de presas, moviéndose con la cautela de quienes han aprendido a sobrevivir en un mundo hostil. Veneran a Renud, la solemne deidad del pantano, un espectro alado que se desliza entre la niebla, devorando las almas de aquellos que sucumbieron a la implacable naturaleza del pantano. Con devoción, los enuk erigen altares y ofrecen tributos para aplacar su hambre y ganar su favor. Su hogar es Krenuk, una villa de guerreros endurecidos por la crudeza de la ciénaga. Allí, su jefe tribal, Hukuk Muk de los Muk, se erige como símbolo de poder, pues fue su antepasado quien realizó el primer Muk, un acto cuyo significado resuena en la historia de su pueblo.
Mientras tanto, los morbak sacuden el sopor de la noche y emergen con imponencia, sus siluetas recortándose contra la niebla dorada. Guardianes de su tierra, se desplazan con pasos pesados pero precisos, su existencia entrelazada con los ritmos primigenios del pantano. Aquellos que custodian el alma de Daftasi siguen la guía de Eldron, el más antiguo de su linaje. Con sabiduría ancestral, les enseña a sembrar sus semillas y a protegerse de los depredadores, asegurando que el ciclo de la vida en el pantano jamás se detenga.
Por su parte, los opruk, diligentes y silenciosos, inician su labor sin alarde, removiendo lodo y despejando las orillas como si obedecieran a un antiguo designio que sostiene el frágil equilibrio del lugar. No conocen morada fija; sus comunidades nómadas rondan las costas de kirulk, regidas por una estricta jerarquía matriarcal, se desplazan según la voluntad de Aulluk Buka, su única hembra y soberana indiscutible. Con su mandato, la caravana levitadora se desliza sobre los pantanos, moviéndose con un propósito que solo ellos comprenden.
CREPUSCULO
Durante el crepúsculo, cuando la luz se diluye en Daftasi mucho más que en cualquier otro rincón del mundo, el aire se impregna de una magia palpable. Los miomis emergen de las sombras, dejando tras de sí destellos de luz y energía mientras practican su magia en libertad, tejiendo hechizos que hacen brillar el pantano. Habitan en las aldeas de Arelk, donde se dedican con esmero a recolectar vallas y a aprender el arte de la magia que fluye en su entorno. Para ellos, la hechicería es no solo un medio de poder, sino un símbolo de su profunda conexión con la tierra y los elementos. Adaptándose a las magias del pantano, los miomis han hecho de la magia algo esencial en su vida diaria. La figura de su rey, Galak Muchi, conocido por su destreza y sabiduría como el rey hechicero, se erige sobre su pueblo con una mezcla de respeto y temor. Rodeado de ilusiones que él mismo maneja con maestría, gobierna con cautela, siempre envuelto en el misterio, ejerciendo su poder sobre su gente con manos invisibles pero firmes. Los miomis veneran a Badal, la deidad que recorre el pantano durante el día, alimentándose de las almas de los que han padecido en sus aguas. Con cada amanecer, los miomis se arrodillan ante sus altares, haciendo ofrendas en un acto de devoción hacia la presencia ancestral que habita la tierra.
Los frudos del crepúsculo, junto a sus primos los frudos nocturnos, viven en el cónclave, un refugio donde la magia y la paz se entrelazan. Son pacíficos y recolectores, dedicados a la práctica de la magia y a la preservación de la armonía en el pantano. Bajo la dirección de su reina Aldruka, los frudos del crepúsculo patrullan y protegen los rincones más remotos del cónclave, velando por el equilibrio de su entorno. Con serenidad y sabiduría, Aldruka guía a su pueblo durante el crepúsculo, asegurando que las energías del pantano fluyan sin perturbar el frágil equilibrio que mantienen.
Los espom, guardianes de Daftasi, juegan un papel vital en la protección del alma del pantano. Durante el crepúsculo, cuando la magia se intensifica, los espom emergen de sus madrigueras para expandir el pantano, asegurando que su territorio se amplíe. La expansión del pantano es tanto un acto de supervivencia como una afirmación de su dominio. Bajo el liderazgo de Damorgg, el imponente líder de las manadas espom, estas criaturas mantienen una vigilancia constante sobre el pantano, protegiendo su esencia mientras este crece, se extiende y se fortalece. Damorgg lidera con una fuerza indomable, guiando a su gente con determinación mientras la esencia de Daftasi, el alma misma del pantano, permanece segura en sus manos.
NOCHE
A medida que la noche desciende sobre Daftasi, el paisaje se transforma en un reino de peligro y caos. Los frudos del crepúsculo, criaturas de una naturaleza más templada, se ocultan en sus guaridas, dando paso a los frudos nocturnos. Estos seres despiadados comparten el cónclave con sus primos crepusculares, pero sus intenciones son mucho menos benignas. Los frudos nocturnos, violentos cazadores, son maestros de la magia oscura, capaces de conjurar hechizos que moldean y controlan el entorno a su antojo. Gobernados por Veduka, la reina del cónclave durante la noche, su dominio es absoluto. Ella, feroz y astuta, lidera a su estirpe con mano de hierro, guiándolos fuera de su morada para sembrar la devastación entre aquellos que osan invadir sus dominios.
En lo profundo del pantano, los grubol surgen de las sombras. Criaturas torpes, pero implacables en su violencia, los grubol detestan la luz y emergen con una furia voraz tan pronto como el sol se oculta. Estos seres, que habitan tanto en el pantano como en las villas de Trukul, son los más agresivos de su especie. En sus comunidades velicas, luchan cada noche por ascender en una jerarquía violenta, buscando ganar terreno en su despiadada guerra interna. El ciclo de violencia nunca cesa, pues cada grubol aspira a alcanzar una posición de mayor poder. En la cima de esta jerarquía se encuentra Ruprulk Ruk, el rey jefe de guerra. Tirano y despiadado, Ruk lidera sus huestes en una guerra interminable contra todas las razas de Daftasi, llevando consigo una devastación que solo su nombre puede invocar. Los grubol veneran a Prubak, una deidad oscura y devastadora que recorre el pantano, alimentándose de las almas de los que se atraviesan en su camino. En sus altares, los grubol realizan sacrificios, ya sea entregando a sus propios miembros o cazando presas en nombre de Prubak, con la esperanza de ganar su favor.
Las aragnes, por su parte, son las guardianas de la alma de Daftasi durante la noche. Estas monstruosas criaturas, que fabrican grandes estructuras de secreciones, utilizan estos hilos para transportar a aquellos que habitan los cielos. Siempre hambrientas, las aragnes cazan todo lo que se cruza en su camino, depredando sin piedad a cualquier ser que no haya logrado encontrar refugio. Su reina, Akaruk, es una bestia colosal, cuya presencia impone terror. Ella guía a las aragnes en su búsqueda constante de presas, asegurándose de que su hambre nunca sea saciada. Estas criaturas forman parte del ciclo imparable de la caza, un ciclo que parece eterno, pues el hambre de las aragnes nunca disminuye.
Este ciclo infernal persiste noche tras noche, hasta que los primeros rayos del sol comienzan a atravesar la espesa neblina, trayendo consigo la promesa de un nuevo día. Con el amanecer, el orden natural del pantano parece restaurarse, aunque solo por un breve respiro antes de que el ciclo vuelva a comenzar.