Capítulo 1: INMINENTE
PARTE 1
Capítulo 1: INMINENTE
PARTE 1
Brukur Grakul
Capitan del Kukulk
Los navíos del imperio Kuraht, monstruosas construcciones de madera y acero, alcanzaron finalmente al Kukulk, el infame barco de los goorks, que en su desesperación huía con la tenacidad de un animal acorralado. El Kukulk estaba piloteado por Brukur Grakul, un despiadado goork cuya cabeza tenía un alto precio en Kuraht. El mar, en su furia desatada, parecía rugir en un lenguaje ancestral de tormenta y caos. Las olas se alzaban como gigantes furiosos, y el cielo se tornaba en un lienzo de sombras turbulentas, mientras los barcos del imperio avanzaban a través de esa vasta extensión de agua enloquecida.
Ledrid Ardore
Capitan del navio Kuraht
La atmósfera estaba cargada de una tensión indescriptible, como si el propio mar estuviera consciente del conflicto que se estaba librando en su seno. La oportunidad para exterminar a los goorks, escoria de la vasta red de esclavistas, se presentaba de forma inequívoca. Los navíos, sacudidos por el malestar del océano, se preparaban para su ataque inminente, el estruendo de las explosiones resonaba como los truenos del juicio final que caían sobre el mar embravecido. El caos se desataba con una intensidad sobrehumana.
Ledrid Ardore, el capitán de los Kuraht, un hombre cuya presencia imponía el más profundo respeto y temor, sabía que los goorks estaban acorralados y comenzaron a lanzar proyectiles desesperadamente. Ante esta situación, Ledrid inició la llamada a las armas, pero convocó a Fritsa, la tiradora de renombre, debido a su vasta experiencia en batalla. Fritsa disparó varias veces, pero sólo acertó a unos pocos, ya que el clima severo no se lo permitía. El brillo frío de su mirada reflejaba la determinación de un guerrero que entendía las demandas de la batalla, aunque era consciente de la casi imposibilidad de la tarea debido a las violentas sacudidas que el mar provocaba en los navíos.
Entre los disparos y el fulgor de los rayos que atravesaban el cielo como flechas divinas, todo se sumergía en un torbellino ensordecedor. Todo se puso blanco cuando un rayo aturdió todo y quitó el sonido. La imagen se congeló antes de la enorme explosión que destruyó ambas embarcaciones. Antes de ceder ante el caos, Fritsa vio cómo el poder del mar, combinado con la explosión, hizo nacer elementales de rayos y viento que surgieron y desaparecieron a lo lejos. Los gritos de la batalla, mezclados con los rugidos de las explosiones y el clamor del océano, se desvanecieron en ese instante en que la furia de la tormenta y la guerra alcanzaron su clímax. Varios del navío murieron en la batalla.
El día siguiente traía consigo el desolador resultado del enfrentamiento. Los navíos, víctimas de la furia del mar y de la brutal batalla, yacían destrozados y varados en las costas orientales del continente Espían, en un rincón sombrío y casi desconocido para el imperio Kuraht. Los tripulantes, soldados destinados a erradicar a los esclavistas goorks, se encontraban ahora en una situación precaria, obligados a establecer una base improvisada para reanudar su implacable cacería. Sin embargo, cuando establecieron el campamento, no encontraron rastros de los goorks que perseguían.
Fritsa Dellerd
Ledrid Ardore sabía que en este continente habitaban miembros de su misma raza. Con ese conocimiento en mente, llamó a un líder de escuadrón, un hombre de su confianza, y le dijo:
–Vayan a la parte norte, tengo entendido que aquí hay un reino aliado con buena relación con Kuraht.
El líder de escuadrón, junto con los miembros de la prestigiosa academia Jeuons y un grupo de cazadores de esclavistas, se preparó para la búsqueda de provisiones. Este pequeño grupo estaba compuesto por Gefto, Fritsa, Sued (guerreros de la academia Jeuons, expertos en la búsqueda de los goorks y dotados de habilidades excepcionales). La travesía a través del continente, con su carga de incertidumbre y peligro, parecía una travesía hacia lo desconocido.
Cazador de esclavistas