Capítulo 1: INMINENTE
PARTE 3
Capítulo 1: INMINENTE
PARTE 3
El grupo avanzaba con cautela, sintiendo cómo la selva densa y sofocante se transformaba en un bosque húmedo y lóbrego. Los árboles, retorcidos y sombríos, parecían cobrar vida, pero lo que realmente emergió de entre las sombras fueron los cadáveres marchitos de morbaks, bestias arbóreas que ahora solo eran cascarones vacíos y famélicos, guiados por una fuerza oscura que los arrastraba hacia los soldados con un hambre insaciable por carne viva.
Exhaustos tras el extenuante combate con la secta de Monba, los soldados luchaban con sus últimas fuerzas. Apenas podían mantenerse en pie, pero resistían. A medida que huían de la amenaza, se encontraron nuevamente con una horda de morbak. Los combates se reanudaron con furia, pero la batalla parecía interminable. Los cadáveres se multiplicaban sin cesar, lo que llevó al grupo a sospechar que había una mano oculta detrás de esta resurrección constante. Mientras la marea de cuerpos se agolpaba a su alrededor, Gefto, siempre vigilante, observó cómo una figura siniestra, oculta entre los árboles, movía un bastón que parecía controlar a los zombis, enviándolos a luchar una y otra vez contra los agotados soldados.
Carroñero de Monba
Gefto giró rápidamente hacia Sued, que se encontraba más cerca de Fritsa.
—¡Allí, detrás de los árboles! ¡Es él, es su líder! —exclamó Gefto, señalando la figura sombría que manipulaba los cuerpos caídos.
Sued, con una velocidad instintiva, embistió a varios zombis que bloqueaban su avance y, mirando hacia Fritsa, le indicó la dirección.
—¡Dispara! ¡Es nuestra oportunidad! —gritó Sued mientras apartaba a las criaturas con su fuerza bruta.
Fritsa, comprendiendo la urgencia, alzó su rifle y disparó hacia el líder. Sin embargo, el ser insectoide manipulaba a los cadáveres a su alrededor, usándolos como escudos para protegerse. Una y otra vez, los zombis interponían sus cuerpos descompuestos, frustrando los disparos de Fritsa. Pero Sued no cedía; su determinación lo llevó a avanzar entre los zombis, golpeándolos con furia hasta que, en un momento de descuido, el líder tambaleó.
Dinax
el explorador de Nilgald
La criatura levantó la mirada por un breve instante, intentando recuperar su equilibrio, pero fue suficiente para que Fritsa encontrara su blanco. Con una precisión letal, apretó el gatillo y la bala atravesó el aire, impactando en el hombro derecho del ser. El disparo fue certero, arrancándole el brazo y haciendo que soltara su bastón, despojándolo de su control sobre los zombis.
Al perder el bastón, los zombis, privados de su guía, comenzaron a atacar furiosamente a todo lo que se moviera a su alrededor. Su furia se desató sin control, volviéndolos aún más feroces y desquiciados. Los cadáveres en descomposición se lanzaron con una violencia desesperada contra el grupo. En un giro horrendo del destino, los zombis mataron a todos los soldados menos a Gefto, Sued y Fritsa. Los tres, luchando por sobrevivir, se colocaron espalda con espalda, creando un frente de resistencia contra la marea incesante de muertos vivientes que los rodeaba.
Fritsa
El asedio parecía interminable hasta que un inesperado giro salvó al grupo: flechas comenzaron a volar entre los árboles y el sonido metálico de espadas chocando contra las bestias interrumpió el ataque. Los soldados de Garack habían llegado. Expertos en enfrentarse a los zombis, arrasaron con ellos con una eficacia brutal, su experiencia y determinación prevaleciendo en el campo de batalla. Detrás de ellos, los clérigos se movían con rapidez, bendiciendo a los cadáveres para que descansaran en paz y evitar que se levantaran nuevamente. Sus cánticos y oraciones trajeron un breve pero necesario respiro en medio del caos.
Fritsa, al ser salvada por los soldados de Garack, miró hacia el líder derrotado. Solo vio un rastro de sangre que se alejaba, serpenteando hacia lo más profundo del Bosque Negro.
Soldado de Garack
Tras la brutal batalla, los soldados de Garack se reagruparon, asegurándose de que los cadáveres de los zombis no volvieran a levantarse rematándolos en el piso. Entre ellos, un caballero avanzó con paso firme, observando la escena. Al llegar junto a Fritsa, Gefto y Sued, que permanecían exhaustos, el caballero los miró brevemente y, con una sonrisa irónica, dijo:
—Es el lugar más lindo para pasear, ¿no?
Fritsa, aún agitada por el combate, se apresuró a sacar un pergamino cuidadosamente enrollado que Ledrid le había entregado antes de partir. Sabía que este documento serviría para verificar su identidad si llegaban al reino que buscaban. Lo desenrolló con manos temblorosas, mostrando el sello distintivo ante el caballero de Garack, quien observaba con atención. Luego, Fritsa extendió el pergamino hacia él, preparada para explicar su misión.
El caballero tomó el pergamino con calma, lo observó detenidamente y, tras desplegarlo, su mirada recorrió las palabras escritas mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Finalmente, levantó la vista hacia el grupo y, con un tono de seguridad, dijo:
—Sí, sí, sé de dónde vienen. Me presento, soy Frask Skiritra, comandante del reino de Garack.
Luego, Frask ordenó a sus tropas que proporcionaran agua y comida a los agotados viajeros. Con un gesto decidido, les dijo:
—Tenemos que salir de aquí; es peligroso. Hablaremos en el camino.
Frask Skiritra