La obra representa la escena de la muerte de Sardanápalo. La obra captura el caos y la decadencia. Delacroix, maestro del Romanticismo, inyecta una intensidad emocional única a través de su uso audaz del color y la composición dramática. La elección de tonos vibrantes, como el rojo y el dorado, añade una capa de intensidad a la representación visual del conflicto y la desesperación. Las formas entrelazadas de figuras y objetos crean una sensación de tumulto y destrucción. La incorporación de detalles como la figura central en la cama y los gestos dramáticos de los personajes refuerzan la narrativa trágica. La obra, más que un mero registro histórico, se convierte en una exploración visceral de la decadencia y la tragedia humanas.