La obra se interpreta como la crítica hacia la vulnerabilidad de la mujer, ofreciendo una reflexión sobre las injusticias y la opresión de género que experimentaban las mujeres de esa época. La pintura explora la violencia de manera realista y cruda, abordando de manera directa el tema de la violencia de género. La representación directa de la violencia de género se convierte en una declaración gráfica y condenatoria sobre las injusticias sufridas por las mujeres. La pintura se erige como un medio para dar voz a las experiencias silenciadas, invitando a la sociedad a confrontar la realidad de la opresión de género ya abogar por la igualdad y la justicia. En última instancia, la obra se presenta como un recordatorio visual del persistente desafío de la vulnerabilidad femenina y la necesidad continua de abordar y cambiar las estructuras sociales que perpetúan la violencia de género.