Morder. 

(Noruega, 1910)

La obra se interpreta como la expresión de la ansiedad y la violencia humanas, abordando la angustia y la inquietud a través de la representación de un asesino. La obra transmite la melancolía y la inquietud asociadas con la violencia y la oscuridad. La elección de representar a un asesino sugiere una exploración profunda de los aspectos más oscuros de la psique humana, desafiando al espectador a confrontar la realidad perturbadora de la violencia. La obra, al explorar la ansiedad y la violencia, se convierte en un espejo que refleja la parte más sombría de la condición humana, registrando la importancia de abordar y comprender las complejidades emocionales para cultivar una sociedad más compasiva y justa.