Cuando comencé mi vida universitaria elegí una carrera que resultó no ser adecuada para mí. A pesar de mi entusiasmo inicial, pronto me di cuenta de que no sentía el compromiso ni la motivación necesaria para profundizar en ese campo. Durante la pandemia, surgieron dudas e inquietudes, lo que me llevó a reflexionar durante un año sobre mi elección de carrera y considerar si realmente estaba siguiendo el camino correcto hacia mi futuro. Discutí la situación con familiares y amigos, cada uno ofreciéndome una perspectiva diferente, pero al final sabía que la decisión debía ser mía. Hoy, puedo afirmar que cambiar a la profesión del magisterio fue la mejor decisión que he tomado. No me arrepiento en absoluto de haber elegido esta profesión. La educación es un campo lleno de desafíos y recompensas. Aunque enfrentaré obstáculos, la satisfacción de ver el progreso y desarrollo en mis estudiantes hace que valga la pena cada esfuerzo.
Con la práctica docente, he aprendido estrategias y dinámicas para crear un ambiente adecuado en el salón de clases. También he desarrollado una comprensión más profunda de cómo aprenden y se relacionan los estudiantes. Además, la práctica docente me ha enseñado la importancia de la adaptabilidad y la flexibilidad, así como la necesidad de estar siempre abiertos a aprender y mejorar. Creo que este enfoque es la clave para alcanzar el éxito en la educación.
Una de mis fortalezas como docente es mi capacidad para comprender a cada estudiante. Me esfuerzo por apoyarlos y guiarlos a lo largo del proceso de aprendizaje, alentándolos a entender que cometer errores es parte del proceso y que es una oportunidad para mejorar. Por esta razón, buscó evaluar a los estudiantes de manera justa y eficiente, ofreciéndoles la oportunidad de revisar su trabajo y realizar mejoras, fomentando así un ambiente de aprendizaje en el que se sientan motivados a crecer.
En mi opinión, estoy preparada para ejercer la profesión del magisterio, ya que poseo un profundo conocimiento de los fundamentos pedagógicos y las estrategias educativas necesarias. Sin embargo, reconozco que todavía puedo mejorar en mi organización para desempeñar un trabajo más efectivo. Por consiguiente, mi meta es gestionar el tiempo de manera más eficiente al ofrecer el material en clase. Para lograrlo, planeo implementar técnicas de planificación y priorización, además de buscar la colaboración de colegas y supervisores. También estoy comprometida en continuar desarrollando mi carácter y autoridad al interactuar con los estudiantes, promoviendo así el respeto mutuo.
Después de finalizar mi bachillerato, aspiro a convertirme en una maestra dedicada y enfocada en el aprendizaje de mis estudiantes. Me entusiasma el futuro y me comprometo en mi crecimiento profesional en esta área, con la meta de impactar positivamente en la vida de mis estudiantes y contribuir al campo educativo de manera significativa. Estoy convencida del potencial único de cada estudiante y me esfuerzo por ayudarles a alcanzarlo y desarrollarlo al máximo. Además, me siento capaz de adaptarme a las necesidades cambiantes de mis estudiantes y de la educación en general, buscando nuevas formas de mejorar mi enseñanza y brindar una educación de calidad. Entiendo que la educación está en constante evolución, por lo que seguiré aprendiendo y fortaleciendo mis métodos de enseñanza para adaptarme a los cambios generacionales. Mi objetivo es ofrecer una educación de excelencia y compartir mi conocimiento con todos mis estudiantes, enfocándome en su desarrollo integral y razonamiento práctico. Me interesa tanto su progreso académico como su crecimiento personal y emocional. Por esta razón, creo firmemente en la importancia de fomentar valores como el respeto, la empatía y la responsabilidad en los estudiantes. De esta manera, no solo les enseño la materia, sino que también los preparó para enfrentar los desafíos de la vida real como seres humanos íntegros.