6-2 Pautas de elaboración

Pautas para la elaboración del catastro en La Piedra en 1752. Documentación básica.

La Piedra a mediados del siglo XVIII es un pueblo campesino de unos 150 habitantes. La estructura urbana del pueblo difiere un poco de la actual ya que parte de la población vive en el barrio del otro lado del río (El Barrio, hoy un despoblado). El mapa del caserío queda más o menos como indica el plano adjunto.

A principios del siglo XVIII surge en España un nuevo modelo de Estado, el borbónico, que entre otras reformas aboga por la implantación de una única contribución. Con ese fin se elaboró el Catastro del Marqués de la Ensenada que se confeccionó, entre 1749 y 1753, en las 22 provincias del entonces reino de Castilla.

Esta fecha no está elegida al azar sino que viene determinada porque a mediados del siglo XVIII aconteció un hecho singular; la elaboración por parte del Estado de un “Catastro General” durante el reinado de Fernando VI, siendo Secretario de Hacienda el Marqués de la Ensenada (Zenón de Somodevilla), por lo que también ha tomado el título de “Catastro de Ensenada”, nombre con el que todos lo conocemos.

La denominación de Catastro es: “El libro o registro que contiene la cantidad, calidad y estimación de los bienes que posee cada vecino, o sea, el valor de las fincas y de los productos de las tierras y de la industria”. Pues siendo así que en él aparecen una infinidad de datos como nombres de personas, lugares, producciones etc., nada mejor que rescatarlos de aquellos legajos manuscritos, a veces casi indescifrables, y darlos a conocer a las personas que hoy poblamos estos mismos lugares y que antaño pisaron nuestros lejanos ancestros.

El proceso completo para confeccionar el catastro comprende varios apartados: Autos, Libros de eclesiásticos, Libros de seglares, Verificaciones. etc.

Autos. Son las diligencias previas para dar a conocer la operación, nombrar la comisión, tomar juramentos etc. Es una parte farragosa y reiterativa pero nos permite seguir los pasos que se dieron y las fechas en las que se realizó el Catastro en La Piedra. En los autos aparecen también los personajes que formalizaron los informes y los distintos trabajos del mismo: escribanos, peritos, regidor, cura…

Libros de eclesiásticos: 1 libro y comprende el índice de éstos, sus respuestas al Interrogatorio, medidas y verificaciones de todo lo anterior.

Libros de seglares: 1 libro, comprende el índice, sus respuestas al Interrogatorio, medidas y averiguaciones a todo lo anterior.

Se consignarán literalmente aquí todos los documentos.

La fuente principal que se he consultado para hacer este trabajo son los libros que se custodian en el Archivo Histórico Provincial de Burgos.

La justificación que en su día tuvo el Marqués de la Ensenada para elaborar este primer catastro de España durante el primer lustro de los años 50 del siglo XVIII fue en principio para recaudar más fondos para las Reales Arcas del Estado pero también para acabar con una multiplicidad de impuestos diversos que había, como las alcabalas, los millones, los censos, rentas, diezmos, primicias, foros etc., que eran muy difíciles de controlar y que además gravaban pesadamente a los contribuyentes, pero especialmente a los pobres mientras los ricos se veían muy beneficiados a causa de que estos impuestos se asentaban sobre las producciones y bienes de consumo y no sobre las rentas e ingresos netos obtenidos por la tenencia de fincas o casas.

Por eso el rey Fernando VI promulgó una cédula real el 10 de octubre de 1749 decretando la abolición de estas figuras impositivas y su sustitución por un impuesto único; el catastro, graduado según la capacidad económica de cada uno y recaudado sin atender a gracias y favores, como ocurría entonces y que daba lugar a corruptelas y favoritismos en detrimento de los más humildes y pobres.

La confección de este catastro fue larga y meticulosa; duró desde el año 50 al 55 y su aplicación se demoró bastantes años más, pero para nuestro objetivo actual es una fuente importantísima que nos retrata fielmente la vida de aquellas gentes que habitaban nuestro pueblo en época tan lejana y tan diferente a la nuestra.

Para iniciar la confección de este catastro se nombró en cada pueblo una Comisión integrada por el cura, los dos alcaldes ordinarios, el regidor (Presidente de la Junta Vecinal) y tres vecinos expertos que tenían que contestar a las amplísimas 40 preguntas del Real Interrogatorio, efectuadas bajo juramento por Dios Nuestro Señor ante la señal de la cruz, menos el cura que lo prometía bajo palabra de honor de sacerdote, y ante la presencia del Juez Subdelegado de su Majestad.

Esta comisión local tenía además la obligación de asistir a los agrimensores reales en la medición y clasificación de todas y cada una de las fincas rústicas y urbanas del pueblo así como en la compilación de un censo de personas, propiedades e ingresos de todos los hogares del pueblo: una especie de estudio económico municipal.

Todas estas labores ocupan para La Piedra varios cientos de páginas manuscritas en folios cosidos en dos tomos que se articulan de la siguiente manera:

Tomo I (documento 1368 del Archivo Histórico Provincial de Burgos)

Tomo I -a - Respuestas generales

Tomo I -b - Libro de lo raíz de seglares

Tomo I -c - Libro de lo raíz de eclesiásticos

Tomo I -d - Libro personal de seglares

Tomo I -e - Libro personal de Eclesiásticos

Tomo II (documento 1369 del Archivo Histórico Provincial de Burgos)

Tomo II -g - Libro de memoriales de eclesiásticos

Tomo II -f - Libro de memoriales de seglares

En sus respuestas, los pueblos tenían que decir la superficie del término dada en la unidad de medida de la tierra que se empleara en él –fanegas, aranzadas, días de bueyes, yugadas, obradas, cuerdas, cargas,... y también las distancias de norte a sur y de este a oeste, y también el perímetro, que ellos llaman circunferencia. Además de dar el perímetro en leguas o varas castellanas (vara de Burgos), debían decir lo que se tardaba en recorrerlo a pie. Cuando se terminaban de recoger los memoriales de los vecinos y se sumaban las tierras declaradas, la suma de todas ellas debía coincidir aproximadamente con la medición hecha del término, debiendo tener en cuenta los ríos, caminos, suelo de la población, etcétera.

Los términos de algunas poblaciones eran muy complejos, pues la ciudad o villa principal estaba rodeada de varias aldeas, y a veces también de las que llamaban tierras comunales, comuneros o simplemente comunes. Una tierra comunal era propiedad intransferible del conjunto de vecinos de un pueblo, razón por la cual la vecindad tenía mucha importancia, de ahí que en los vecindarios se distinga entre vecinos y habitantes, pues estos no gozaban de los derechos de los vecinos para el disfrute y aprovechamiento de los comunes.

Había comunes que no pertenecían sólo a los vecinos de un pueblo sino a los de dos o más, asunto éste que dio lugar a muchas polémicas en el Catastro, pues surgieron dudas de en cuál de ellos debían recogerse sus datos. El aprovechamiento o reparto de los comunes generaba en algunos pueblos, como La Piedra, importantes ingresos a sus vecinos. En La Piedra los terrenos en común con otros pueblos suponían una tercera parte del territorio, como muestran los peritos en los planos y mediciones que exponen en las Respuestas Generales, pero como eran terrenos baldíos y de pasto no generaban beneficios extraordinarios.

También se hacía el reconocimiento de los árboles, señalando si formaban hileras o plantíos, si se hallaban dispersos en una tierra, o en sus márgenes o lindes.

Otro tanto se hacía con las casas, que se medían, dando sus tres dimensiones. Y así como a las tierras se les daría después un valor en función de su superficie, su calidad y sus aprovechamientos, a las casas que estaban arrendadas se les fijaba como base imponible el importe o renta del alquiler; y si estaban habitadas por sus propietarios, los peritos anotaban lo que se pagaría por ellas si se arrendasen. El reconocimiento de las declaraciones se extendía a las bodegas, tejares, molinos de aceite, harineros,. Y también a los huertos y herrenes. Otra comprobación que se hacía era la de los censos o cargas hipotecarias de los bienes raíces, debiendo presentar para ello las escrituras o recibos de pago de los réditos.

Los libros de los cabezas de casa reciben muy distintos nombres: libro maior de lo personal, libro de familias, libro de vecinos, libro del vecindario, libro registro de los vecinos, libro maestro de familias, (en Burgos libros de lo raíz) seguidos todos ellos de las expresiones «de seglares» o «de eclesiásticos» según correspondiese. Estos libros contienen un resumen de los datos demográficos solicitados en el bando y recogidos en los memoriales. La información demográfica que dan es desigual según provincias, pues no todas recogieron nombres y edades de los miembros de la familia. En La Piedra esta información es exhaustiva.

Cuando se acababan los libros de lo raíz de seglares y eclesiásticos y los memoriales (también dobles), se procedía al acto más solemne de la averiguación de cada pueblo: la lectura en concejo abierto. Para ello se convocaba de nuevo a vecinos y forasteros con bienes en el pueblo, mediante pregón o bando, para que asistieran a la lectura, partida a partida, de los “libros de lo raíz”, por si alguien se sentía agraviado o consideraba que algún dato propio o ajeno era falso o incorrecto. Si todos los asistentes daban su conformidad, se procedía a firmar la diligencia de lectura por parte del subdelegado, las autoridades, los peritos y el escribano, siendo tal acto garantía para el rey y los vecinos.

En La Piedra, como se indica anteriormente, la publicación en concejo del libro de Seglares se realizó el 7 de junio de 1753