La conciencia de la fugacidad del tiempo
Francisco de Quevedo, en el siguiente soneto, plantea varios tópicos relacionados con el tema del tiempo: el “tempus fugit”, el “Cotidie morimur” y el “Vanitas vanitatum omnia vanitas”:
Arrepentimiento y lágrimas debidas al engaño de la vida
Huye sin percibirse1, lento, el día,
y la hora secreta y recatada2
con silencio se acerca, y, despreciada3,
lleva tras sí la edad lozana4 mía.
La vida nueva5, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada6,
en el postrer invierno7 sepultada,
yace entre negra sombra y nieve fría8.
No sentí resbalar, mudos, los años9;
hoy los lloro pasados10, y los veo
rïendo de mis lágrimas y daños11.
Mi penitencia deba a mi deseo12,
pues me deben la vida mis engaños13,
y espero el mal que paso, y no le creo14.
(1) El hombre no se da cuenta del paso del tiempo y, por eso, la vejez se le presenta por sorpresa y lo pilla desprevenido. (2) La vejez, que llega sin anunciarse previamente –“secreta”- y ocultándose –“recatada”- con cautela. (3) El adjetivo “despreciada” puede referirse tanto a la vejez –el joven desprecia esta edad por resultarle lejana- como a la juventud -el tiempo fugaz no respeta la juventud-. (4) El paso vertiginoso del tiempo arrolla –“lleva tras sí”-, aniquila, la juventud –“edad lozana”. (5) Los primeros años de la vida: “niñez” y “juventud”. (6) La “juventud” es “robusta” porque el ser humano aún no sufre los achaques de la vejez y se siente fuerte, pero está “engañada” porque no tiene conciencia de la brevedad de la vida. (7) La vejez. (8) Los atributos de la vejez son el color blanco de los cabellos –“nieve”- y la cercanía de la muerte, asociada a la frialdad del cadáver y a la oscuridad –“negra sombra”-. (9) El poeta se lamenta de su inconsciencia juvenil: malgastó su vida dejando que el tiempo –“los años”- pasaran en silencio –“mudos”-. (10) Ahora, en la vejez –“hoy”-, se arrepiente con dolor –“lloro”- de las locuras que cometió en su juventud –años “pasados”-. (11) El tiempo parece burlarse de sus lamentaciones –“lágrimas”- y de las secuelas, tanto físicas como morales –“daños”-, de los excesos cometidos en la juventud. (12) Mis males de ahora, de los que me lamento –“lloro”, “lágrimas”-, son el castigo, el precio –“mi penitencia”- que ahora debo pagar por mis ambiciones de juventud –“mi deseo”-. (13) Porque he malgastado la vida en esas ambiciones mundanas –“mis engaños”-. (14) Los males que ahora sufro me los merezco, cuento con ellos –“espero”, pero aun así, me cuesta creer –“no le creo”- que eso me esté ocurriendo.
Lo escuchamos recitado en este vídeo:
En este otro soneto, las convicciones religiosas de Quevedo mitigan su angustia ante la llegada de la muerte:
Conoce la diligencia con que se acerca la muerte, y procura conocer también
la conveniencia de su venida, y aprovecharse de ese conocimiento
Ya formidable1 y espantoso suena,
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y fría2,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena,
la muerte en traje de dolor3 envía,
señas da su desdén de cortesía4:
más tiene de caricia que de pena.
¿Qué pretende el temor desacordado5
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias añudado6?
Llegue rogada, pues mi bien previene7;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe8, y mi vivir ordene9.
(1) Temible. (2) La muerte. (3) El dolor que, de forma instintiva el hombre siente ante la muerte, es sólo una apariencia, una envoltura –un “traje”-, consecuencia de no haber sabido descifrar su verdadero sentido: la muerte nos proporciona “agradable descanso, paz serena”. (4) Por este motivo, la indiferencia y desprecio –“desdén”- de la muerte ante el temor que suscita en el hombre es sólo aparente: en el fondo se comporta amablemente –“cortesía”- con el ser humano. (5) Desmesurado, exagerado, sin sentido. (6) Según el platonismo y el pensamiento cristiano, el alma –“espíritu”- está atado –“añudado”- a la prisión del cuerpo y a las “miserias” de la vida terrenal. La muerte la rescata de ese estado. (7) Prepara con antelación. (8) Expresa el deseo de que la muerte acabe con su vida. (9) Expresa el deseo de poner en orden su “vida”, es decir, de prepararse para afrontar dignamente su cita con la muerte.
Lo escuchamos leído por Tomás Galindo:
Referencias de vídeos:
"F. de Quevedo - Arrepentimiento y lágrimas debidas al engaño de la vida": https://www.youtube.com/watch?v=o0nVuotF4zc
"Francisco de Quevedo - Ya formidable y espantosa suena": https://www.youtube.com/watch?v=xE8qVRmNu78