Las canciones de los cristianos en Al-Ándalus
Las jarchas las podemos leer:
Jarcha mozárabe
¡Tant’amare, tant’amare,
habib, tant’amare!
Enfermeron olios nidios
e dolen tan male.
Traducción
¡Tanto amar, tanto amar,
amado, tanto amar!
Enfermaron [mis] ojos brillantes
y duelen tanto.
O las podemos recitar, como hace el profesor Fernando Nonnast:
Pero las jarchas eran canciones y, como tal, tenían música y se compartían en el canto.
Jarcha mozárabe
Garid vos, ¡ay yermaniellas!,
¿cóm’ contener el mio male?
Sin el habib non vivreyo;
¿ad ob l’irey demandare?
Traducción
Decidme, ¡ay hermanitas!,
¿cómo contener mi mal?
Sin el amado no viviré;
¿adónde le iré a buscar?
Como canciones las conocieron los poetas cultos árabes y judíos.
Aurora Moreno y Esteban Valdivieso, en su disco Aynadamar (1988), interpretan esta jarcha relacionándola con otras:
Jarcha mozárabe
“¡Non me mordas, ya habibi! ¡La,
no qero daniyoso!
Al-gilala rajisa. ¡Basta!
A toto me rifyuso”.
Traducción
“¡No me muerdas, amigo! ¡No,
no quiero al que hace daño!
Mi corpiño [es] frágil. ¡Basta!
A todo me niego”.
Con música de Luis Delgado, Eduardo Paniagua y Jorge Rozemblum la escuchamos en este vídeo:
Y seducidos por su belleza, las incorporaron a su poesía, como hizo el poeta árabe Abû Bakr Yahyà ibn Baqî (muerto en 1145), que escribió la siguiente moaxaja a partir de la jarcha que acabamos de escuchar:
Por Dios, amigos míos, sufro
esos males de amores
que antes de mí mataron crueles
a tantos amadores.
Esclavo soy (y es poco, porque
debía ser el doble),
de quien mi amor no le contenta.
..................................................
¿Cómo no, si en mi pecho, tiene
amor herrado en oro
lo que no, salvo muerte, borran
su ausencia ni su enojo?
¿Por qué mi amor es siempre, amigos,
reciente y no envejece?
Me quita los alientos y, aunque
soy mozo, me encanece.
Dejaos de censuras: manso
mi genio se os somete.
Si alguien que me levante manda,
mi cuerpo ya no puede,
por el anhelo y por las ansias
del amor temeroso:
igual que un pájaro sin plumas,
caigo si volar oso.
Esta gacela que me aflige
no tiene parecido.
Está su cuerpo en luz tallado
de marfil o jacinto;
embruja su mirada; es tierna
igual que un gorrioncillo,
su boca es aura y es delicia;
besarla, el paraíso.
Pero de su galán un ascua
se vuelve el pecho todo.
¡Vivid así, o moríos, quienes
la amáis! No hay otro modo.
Quien agriamente me censura
quitármela quisiera.
Puesto que me hacen tanto daño,
tus críticas refrena.
Contento estoy con lo que sufro
de angustias y de penas,
y acaso un día he de pedirle
que cumpla su promesa.
Fascina a todos con su cara,
tan lisa como el oro,
y en escuadrón, sin apellido,
nos alistan sus ojos.
Al retozar con ella, entre
cortinas y almohadas,
desnudo el cuerpo -que hasta hieren,
con verlo, las miradas-
la luna abrazo, entre su pelo
que es cual noche cerrada,
y ella decir me suele entonces,
gozosa y asustada:
“¡Non me mordas, ya habibi! ¡La,
no qero daniyoso!
Al-gilala rajisa. ¡Basta!
A toto me rifyuso”.
Referencia de vídeos:
"Tant’amare": https://www.youtube.com/watch?v=xabyt6_I2AE
"Garid vos, ¡ay yermaniellas!": https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=_le9fWlFlBU
"¡Non me mordas, ya habibi! ¡La": https://www.youtube.com/watch?v=zDq-8BbLykc
Bibliografía:
Emilio García Gómez: Las jarchas romances de la serie árabe en su marco; Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1965, p. 206-211.