Condemor, Brácula y Piquillo: el cine de Chiquito de la Calzada.
Revisión crítica y necesaria puesta en valor de la trilogía cinematográfica protagonizada por el mayor fenómeno social del humor español en las últimas décadas.
Gregorio Esteban Sánchez Fernández, más conocido como Chiquito de la Calzada(“Chiquito” porque empezó a trabajar siendo muy chico y “de la Calzada” por la calle donde nació) es un renovador del humor español en la misma medida en que Pablo Picasso o Salvador Dalí lo fueron de la pintura, Ferrán Adriá de la gastronomía o Fernando Arrabal del teatro. Un iconoclasta. Un surrealista. Un creador de tendencia. Demiurgo de un género propio, multitud de veces imitado, pero inimitable en sí mismo.
Corría el año 1940 cuando, en plena posguerra española, Chiquito de la Calzada se subía por primera vez a un escenario. Lo hacía como cantante infantil, primero en solitario para, posteriormente, integrarse en uno de los grupos con mejor nombre de la historia de la música española: Capullitos Malagueños. Su talento musical era tal que pudo permitirse vivir de su cante durante cinco décadas, años en los que actuó en cerca de 50 países y de los cuales llegó a vivir dos en Japón. Incluso, en 1986, participó en un episodio de Vacaciones en el Mar que transcurría en las costas españolas. Chiquito de la Calzada era parte de la figuración de una escena que incluía, cómo no, un tablao flamenco.
Cuenta la leyenda que, a caballo entre los años 80 y 90, uno de los mayores fans de un por entonces desconocido para el gran público Chiquito de la Calzada, era el banquero presidenciable y símbolo nacional Mario Conde, que le contrataba para que amenizara con su música cenas y reuniones de empresa. O mejor dicho, que en un primer momento le contrataba por la música, pero cuando volvía a hacerlo era por los chistes con los que amenizaba la espera entre canción y canción. En una de esas actuaciones, el productor Tomás Summers tomó nota del carisma de Chiquito y, en cuanto tuvo ocasión, le fichó para un espacio planeado para ser relleno de programación en el verano de 1994, pero que acabó por convertirse en todo un éxito: Genio y figura, programa que también supuso el descubrimiento de Paz Padilla.
En vez de un graduado escolar, tiene una etiqueta de Anís del Mono.
En 1986 participó en un episodio deVacaciones en el Mar que transcurría en las costas españolas
Un par de meses después del estreno de Genio y figura, Chiquito de la Calzada, que contaba con 62 años de edad, ya era todo un fenómeno mediático. El 27 de octubre de 1994, un recopilatorio de sus mejores chistes en el programa (un refrito de material ya emitido, vamos) superaba en audiencia a un partido de Champions League del Real Madrid. Dos meses después, Warner Home Vídeo y Antena 3 Televisión publicaron una cinta VHS que recopilaba una selección de las actuaciones de Chiquito, que consiguió situarse entre las más vendidas en dos años seguidos, 1994 y 1995. En las navidades de 1994 corrió como la pólvora el rumor de que Juan Carlos I imitaba al humorista en recepciones reales. El 2 de enero de 1995, Javier Villán se preguntaba en su columna del diario El Mundo por cuál sería el futuro de un país que se empeñaba en imitar a Chiquito, un país –decía- cuyos adolescentes van a remolque de Chiquito. Chiquito era una mala influencia para la juventud española del mismo modo que esos dichosos melenudos de Liverpool lo habían sido tres décadas atrás para la juventud británica. La única diferencia es que los Beates, para lograrlo, necesitaron de Help!, Abbey Road o Let it be, a Chiquito le bastaron unas cuantas muletillas para que el Bolero Mix 11 se convirtiera en el regalo estrella de aquellas navidades al rebautizarlo como el Bolero Mix Fistro y Pecador.
En el presente artículo, abordaremos la trilogía cinematográfica que Chiquito de la Calzada y Álvaro Sáenz de Heredia, delante y detrás de las cámaras, respectivamente, presentaron entre 1996 y 1998. No son las únicas películas en las que ha participado Chiquito de la Calzada, pero lo cierto es que El oro de Moscú, Franky Banderas, La Venganza de Ira Vamp o Torrente 5: Operación Eurovegas conforman un universo expandido que no forma parte del canon oficial.
Lo que menos ha envejecido de toda la portada es la cara de Chiquito.
En las navidades de 1994 corrió como la pólvora el rumor de que Juan Carlos I imitaba al humorista en recepciones reales
Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera), Brácula y Papá Piquillo forman una trilogía atípica. La falta de unidad formal y tonal de Papá Piquillo respecto a sus dos compañeras facilita una asimetría que no hace sino realzar al conjunto, dotándolo de una belleza imperfecta, alejada de los cánones renacentistas. Son, estos títulos, claros ejemplos de cine en el que la forma de la película se ajusta a la personalidad de sus estrellas. Así, si toda película protagonizada por Cary Grant es elegante o toda cinta de Adam Sandler profundamente estúpida, el cine protagonizado por Chiquito de la Calzada es como su forma de contar los chistes: simple y corto en apariencia, pero alargado y enriquecido, elusivo hasta el absurdo, con una narrativa encorvada que a duras penas avanza dos pasos hacia delante antes de dar un saltito hacia atrás. En el fondo, Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera), Brácula y Papá Piquillo son al cine lo que la Plaza Mayor de Salamanca a la arquitectura o Las Meninas a la pintura, la obra cumbre del barroco español en su expresión artística correspondiente. Porque la dialéctica de Chiquito de la Calzada, tan dada a adornar nimiedades cubriéndolas de cultismos, expresiones populares y oropeles, entronca con una larga tradición española que vivió su anterior cumbre en la obra de Luis de Góngora y Argote.
Al igual que todas y cada una de las películas de su trilogía, Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera) está concebida como un vehículo de lucimiento de Chiquito de la Calzada, pero ello no fue óbice para que Álvaro Sáenz de Heredia supiera arropar bien a su protagonista. En primer lugar, como compañero de fatigas de Condemor, nos encontramos a Bigote Arrocet en el papel de su criado Lucas, un personaje que en cualquier otra película funcionaría como comic relief, pero que al lado de Chiquito es el equivalente humorístico a encender el aire acondicionado al lado de una ventana abierta en diciembre. Bigote, que en la actualidad forma con Maria Teresa Campos la pareja estrella de la prensa del corazón española (son una especie de Brangelina en la que Terelujuega el papel de niña indonesia, vietnamita y camboyana, todo en uno) muestra bastante más química con Chiquito de la que jamás se le haya visto con su actual pareja, claro que Chiquito es bastante más guapo y femenino.
Una vez Chiquito abrió a unos Testigos de Jehová y los que dijeron “Lo siento, pero tenemos prisa” fueron ellos.
Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera), Brácula y Papá Piquillo forman una trilogía atípica
La chica de la película era Sol Abad, que venía de ser la voz de Objetivo Birmania junto a Lola Baldrich, otra vieja conocida del audiovisual español. Naim Thomas, como el niño al que nuestros protagonistas tienen que ayudar, completaba el reparto. Teniendo en cuenta que, cuando años después participó en la primera edición de Operación Triunfo, ni siquiera fue seleccionado para darle las palmas a Rosa de España en Eurovisión, esta película sigue siendo la cumbre de su carrera, al menos hasta que Gisela no le llame para hacer un cameo en su canal de youtube.
Pues con estos mimbres, Álvaro Sáenz de Heredia construyó un western muy clásico en su historia. Si bien la película comienza con nuestros dos protagonistas vagando por el desierto al borde de la deshidratación, pronto nos encontramos con una persecución que emparenta directamente a la película con La diligencia, de John Ford. Si en la obra maestra de 1939 John Wayne aparecía en toda su majestuosidad casi como un elemento primigenio más del paisaje de Monument Valley, la presencia de Chiquito de la Calzada en Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera) tiene tal fuerza que evoca a los elementos telúricos que iban asociados al héroe en la narrativa clásica.
Chiquito de la Calzada con un muñeco de Luis de Guindos.
Pronto nos encontramos con una persecución que emparenta directamente a la película con La diligencia, de John Ford
El tercio central de la película también nos recuerda a Ford, pero, en esta ocasión, al más crepuscular, al de El hombre que mató a Liberty Valance. Al igual que James Stewart, Chiquito de la Calzada es un elemento ajeno a la idiosincrasia del pueblo del Oeste que intenta sobrevivir más allá de la frontera haciendo valer las reglas del mundo civilizado. En ese segundo acto, la trama se aligera con números musicales sospechosamente inspirados en su melodía en canciones clásicas del oeste y en temas del musical Oklahoma. Las coreografías son tan propias de su tiempo, con alegres muchachas levantando las piernas y joviales cowboys dando volteretas, que uno no se sorprendería si le dijeran que Jose Luis Moreno era el director de segunda unidad. Todo ello, seis años antes de que ese gran ladrón llamado Emilio Martínez Lázaro se apropiara de la idea y la vendiera como original en El otro lado de la cama.
Es en su tercer acto cuando la película vuelve a los paisajes abiertos tan propios del género. Los protagonistas, impostores durante gran parte del metraje, explicitan ante el espectador esta condición travistiéndose, en un primer momento, para, posteriormente, disfrazarse de bisonte, dando lugar de este modo a una hilarante escena en la que son perseguidos por un bisonte mecánico robado de alguna fiesta popular. El clímax de la historia está situado en unas grutas indias muy similares a aquellas en las que diecinueve años después sucedería el tercer acto de Bone Tomahawk, lo cual no hace sino reforzar la influencia de una película tan amada por el público como despreciada por la crítica en su momento.
Gracias a la recaudación de Condemor, Chiquito pudo presidir la FIFA.
El tercio central de la película también nos recuerda a Ford, pero, en esta ocasión, al más crepuscular
Siempre me he preguntado cómo reaccionaría un espectador alemán, noruego o filipino ante Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera). Es probable que no entendiera demasiado, que pensara que se encontraba ante cine experimental, de reminiscencias surrealistas, antes que ante una muestra de cine popular. Probablemente, la primera influencia que le viniera a la cabeza fuera el Orson Welles de Ciudadano Kane, solo que elevado al cubo, puesto que mientras que en su obra maestra de 1941 el espectador se preguntaba recurrentemente qué diablos significaría el vocablo Rosebud, en el western de Chiquito de la Calzada la duda se incrementa exponencialmente con términos como finstro, diodenarl, cómorl o meretérita.
Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera) fue tal éxito, la película española más taquillera hasta la fecha sin contar inflación, que un año después se estrenaba en cines su secuela. Brácula, además, retomaba la acción apenas unos minutos después de donde la habíamos dejado en su primera parte, adelantándose así en algunos años a varios blockbusters, como la saga de El señor de los anillos o Quantum of solace, que, sin duda inspirados en esta película, optaron por seguir esta fórmula.
“-Carla, cariño, a ese no hace falta que le metas la mano ahí.
-Uy, perdona, es la costumbre.”
Brácula retomaba la acción apenas unos minutos después de donde la habíamos dejado en su primera parte
El único cambio fundamental entre Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera) y Brácula fue el del género, pero no porque Chiquito de la Calzada se marcara un herm@n@s W@chowski. Allá donde la primera triunfaba como western clásico, la segunda se propuso hacerlo como película de terror. Por lo demás, son títulos espejo, tan similares en su estructura como en sus guiños e intenciones. Los dos protagonistas llegan a un lugar peligroso donde son confundidos con lo que no son, ambos se ven obligados a ayudar a un personaje masculino más joven, Bigote Arrocet sigue haciendo de Cantinflas… También en este caso la narrativa se ve enriquecida por distintos números musicales. De hecho, la película cuenta con el más brillante de toda la trilogía, aquel en el que nuestros protagonistas adaptan la Carmen de Georges Bizet a la temática vampírica. “Soy el vampiro más famoso, más malo y tenebroso que llega de ultramar…” empieza el tema, para terminar con imprecaciones de Chiquito de la Calzada a los “amatomas sesuales de los países escandinavos”. Es probable que nuestro protagonista realizara en los noventa el papel que Fernando Argenta jugó durante la década posterior: el de acercar a los no iniciados al exigente mundo de la ópera. Desdramatizándolo, divulgando, incidiendo en la posibilidad de su disfrute.
Brácula es como un El baile de los vampiros que sufriera de síndrome de déficit de atención, con Carla Hidalgo sin sujetador haciendo de Sharon Tate, como una peli de la Hammer mal etalonada con Javivi haciendo de Christopher Lee. Cuando, en el clímax de la película, el verdadero conde Drácula explota por morder un maloliente zapato de Lucas, el criado de Condemor interpretado por Bigote Arrocet, uno comprende que lo que esta farsa estaba ocultado era, en realidad, un discurso de lucha de clases. Tras dos películas, los demiurgos de la trilogía más importante del cine español hasta la fecha consideraban que los espectadores estábamos preparados para su tercer acto: una película social.
Fueron años en los que Chiquito estaba EN TODAS PARTES.
Brácula es como un El baile de los vampirosque sufriera de síndrome de déficit de atención
Si Aquí llega Condemor (el pecador de la pradera) era John Ford y Brácula era Roman Polanski, Papá Piquillo se confirmó como la película más ambiciosa de la trilogía mostrándose como una mezcla casi perfecta entre el neorrealismo de Vittorio de Sica, el realismo social de los hermanos Dardenne y la descripción entre costumbrista y lisérgica del mundo de los gitanos de Emir Kusturica.
Papá Piquillo está articulada como un gran flashback en el que un personaje nos cuenta sus orígenes. Y esos orígenes están relacionados con Papá Piquillo, su abuelo, que se haría cargo de su educación y la de todos sus hermanos tras la muerte de sus padres. Papá Piquillo sigue a la perfección aquella máxima de Walt Disney que decía que cada lágrima tenía que ir acompañada de una sonrisa. De hecho, es tan fiel a esa narrativa que no me extrañaría que algún ejecutivo de la factoría del ratón se hubiera puesto en contacto con Álvaro Sáenz de Heredia para ofrecerle alguna película Marvel. Porque, en el fondo, Papá Piquillo también es una película de superhéroes, pero no de los que salen en cómics y llevan capa, sino más bien de los que salen en una canción de Macaco y llevan el pelo grasiento.
Sería la única forma de que me comprara un diccionario.
Papá Piquillo también es una película de superhéroes, pero no de los que salen en cómics y llevan capa
Papá Piquillo es la historia de un tipo al que se le muere su hijo, que tiene que renunciar a su carrera artística por cuidar a sus nietos, uno de los cuales se queda paralítico, que vive en una chabola y que apenas tiene para comer. Un tipo con tan mala suerte que probablemente le compraría un coche de segunda mano a Fernando Alonso. Pero, a pesar de todos los pesares, las penurias y las necesidades, es honesto. Papá Piquillo es el último hombre honrado. Es el James Stewart de ¡Qué bello es vivir!, solo que con un poblado chabolista haciendo las veces de Bedford Falls, un mono y una cabra haciendo de Donna Reed y Bigote Arrocet con americana blanca y pañuelo rosa en la solapa haciendo de ángel.
Papá Piquillo resta importancia a la falta de escolarización de los chavales, porque los gitanos no necesitan saber leer y pueden aprender las tablas de multiplicar cantando y dando palmas. Los payos vemos la escuela gitana de Papá Piquillo un poco como los finlandeses deben ver la educación pública española: huelen mal y no se enteran de nada, pero son ruidosos y felices.
Ojalá hubiera sucedido.Los payos vemos la escuela gitana de Papá Piquillo un poco como los finlandeses deben ver la educación pública española
Tras su visionado, Papá Piquillo deja una agradable sensación en el espectador, es una feel good movie de manual: reímos, lloramos y aprendemos una valiosa lección. Es un poco como si, al final de El ladrón de bicicletas, Lamberto Maggiorani descubriera que sabe contar chistes muy graciosos y en el fondo no le importara un carajo la bicicleta porque total ya, pa qué. Y, oigan, esa es una valiosa lección. Al menos es una lección, que este guión lo coge Jaime Rosales y lo protagoniza Alex Brendemühl y, además de no enterarnos de nada, ni siquiera nos hubiéramos reído.
La trilogía analizada en el presente artículo representa, más allá de una serie de películas concebidas para el lucimiento artístico de un humorista, toda una lección de cine y un ejemplo de coherencia artística e intelectual. El espectador no iniciado puede, así, descubrir los géneros cinematográficos clásicos y emplear cada una de las cintas como punto de apoyo para poder ascender la escalera que le conducirá a la alta cultura. El espectador formado, en cambio, puede jugar a descubrir todas las referencias cultistas que sus planos esconden. Porque, no nos engañemos, a pesar de su aparente intrascendencia y su supuesto desaliño formal, parapetado tras un guión caracterizado por su chispeante humor y sus coletillas dignas de Aaron Sorkin, se esconde una trilogía que puede ser disfrutada a muchos niveles.
Chiquito de la Calzada conversa con Andy Warhol en presencia del cantante de Abba.
Papá Piquillo deja una agradable sensación en el espectador, es una feel good movie de manual
No querría finalizar este análisis sin compartir una reflexión sobre la condición del espectador y la importancia de la mirada que el propio Chiquito de la Calzada se atrevió a plantear en unos tiempos en los que el cine y la figura del espectador estaban a punto de cambiar para siempre, justo antes de la eclosión de internet. Unas palabras que, de haber sido pronunciadas por Jean-Luc Godard, de haber sido publicadas por Cahiers du Cinéma, no hubieran pasado tan tristemente desapercibidas.
“Eche niño que le diche:
-Papaaaaarl, papaaaaaaaaarl… ¡llévame al sirco!
Y dice:
-Noooorl… quien quiera verte, que venga a casa.”