La plaza

La Plaza.


 La Plaza sin más, que son las otras las que han de diferenciarse y se agregan apellido, la plaza de la villa, la plazoleta de San Benito o la del Carmen, esta es La Plaza,  en que como aquella canción decía “ hay unos bancos cansados de ayudar” donde la gente se siente a ver que  no es lo mismo que mirar. Por eso, ven la gente pasar, ahora más turistas que vecinos, sin detenerse a mirar cuanto esconde.


Es allí en aquella primera esquina, donde miramos al local que un día fue cárcel del pueblo, donde algún vecino llevaba al preso café desinteresadamente, y que por eso adoptó el nombre de Bar “La justicia”.En su fachada la placa que da nombre oficial al lugar, hoy plaza de Andalucía dejando atrás los otros nombres con que se le conoció a lo largo del siglo pasado.


Hemos visto tantas veces el resto del edificio que soporta ese bar, que como tantos araña las entrañas de roca de Setenil, sin mirar la torre mora que fué un día, para convertirse luego en Casa del Consejo, sede del juzgado de paz, consulta médica,,,,. La torre barbacana, primer eslabón de defensa de la fortaleza nazarí y que guarda el tesoro de su artesonado mudéjar con la inscripción conmemorativa de su conquista.


El túnel, el túnel de la plaza, ese que invita  a evocar la compra de entradas para el cine, en el de verano para ver las películas de Manolo Escobar, Cantinflas, o las del oeste, que tanto se llevaban en la época. Una entrada que te dejaba entrar a la discoteca contigua bajo el cine de invierno. cine con sus asientos de madera escasamente inclinados y su palco al fondo como buen teatro de pueblo. Un local que antes fue salón de bodas, de esas de aguardiente y dulces.


Ver el túnel es ver el primer gran acceso a la fortaleza, el foso, aquel que los cristianos en 1407  tuvieron que cegar con ramas y tierra.


Y alzar la vista para mirar los restos de la muralla. De un lado las que componían las torre puertas cuya visión envuelve el eco de los intentos de conquista. De otro, el lizón, de escasa altura por la defensa natural que le proporciona el abrigo de la roca y por el que hace muchos años se hacía descender el niño vestido de ángel para la representación del paso, en esos Viernes Santo, en que los vecinos acudían a la plaza llenándola para ver los desfiles procesionales de la ancestral Semana Santa setelineña.


Al fondo, se ve la casa de Candidita, con sus azulejos blancos y verdes, que te hace pensar que ese no es su sitio, pero que si te detienes a mirarla, te traslada a los tiempos en que fue casino del pueblo cuyo recuerdo solapa que fue, Casa de las Audiencias, por el privilegio que tuvo Setenil de albergar uno de los tribunales de la Mesta.


Había dos quioscos, compitiendo frente a frente, y en la esquina, como única fachada una puerta, donde Anita, la de Curro “el gorrión” también vendía tabaco y golosinas.




Jóse A. Zamudio