Cristina Peri Rossi
Un virus llamado SIDA

Cuando ya nadie moría por amor

ni por cambiar el mundo

(escépticos ante los estremecimientos de la piel

y las abyecciones del poder)


este pequeño retrovirus,

de la familia de la varicela

y de la gripe

entrometido en la sangre

como en las sábanas,

mezclado con las lágrimas escasas

y los sudores lentos

parásito de los besos castos

como de los perversos

mudo y escondido

        traicionero morador de nuestras células


instala otra vez la muerte


entre los escépticos

entre los cómodos

y los cautos.


         Ah, el peligro de amar lo desconocido

–y en efecto: ¿quién nos conoce?     

¿quién nos es conocido?–


         tan intenso, ahora,

como cambiar el mundo.