Cristina Peri Rossi
La fractura del lenguaje de los lingüistas aplicada a la vida cotidiana

Le dije que me gustaba, y quedé insatisfecha.

La verdad era que a veces no me gustaba nada,

pero no podía vivir sin ella.

Le dije que la quería,

pero también quiero a mi perro.

Después le dije que la amaba,

pero mi incomodidad fue mayor aún:

no tenía un cúmulo de buenos sentimientos,

a veces mis sentimientos eran muy malos,

quería secuestrarla, matarla de amor,

reducirla a la esclavitud, dominarla.

A veces, sólo quería su placer.

La complicidad que reclamé

era imposible: ¿qué complicidad se puede establecer

con alguien cuya sonrisa nos lleva al paraíso

y cuya indiferencia nos conduce al infierno? (William Blake)

Decidí prescindir del lenguaje,

entonces me acusó de no querer comunicarme.

 

Desde hace unos años, sólo existe el silencio.

Encuentro, en él, una rara ecuanimidad:

la de los placeres solitarios.