Cristina Peri Rossi
El escenario
Se nace con las cosas puestas
el paisaje
los arces rojizos de Montreal
la Estatua de la Libertad
la Sagrada Familia
el Museo del Prado
o el Río de la Plata.
Se nace
y el escenario ya está montado
desde antiguo
otras tragedias otras comedias ocurrieron antes
y todas terminaron igual
en el ataúd o el horno crematorio.
Tengo que aprender el nombre
de los ríos la tabla de multiplicar
y las monedas la geometría y las notas musicales
que ya estaban antes de nacer.
Y aunque el hecho se repita miles de veces
nadie nace sabiendo nada
y tiene que aprender a no sentarse
en un banco de niebla
aunque a muchos les gustaría
efectivamente que un banco fuera de niebla:
el escenario está montado desde antiguo
solo se trata de adaptarse a él
y aprender que dos más dos son cuatro
excepto en medicina
y torpemente aparearse
cientos de veces
y comer y alimentarse
y reconocer las calles
ignorando sin embargo
lo fundamental
lo principal:
¿para qué todo?
Aunque si quisiera
cien religiones sectas
y otras habladurías
sin sentido del humor
(de las religiones la risa está excluida)
expondrían complicadas narraciones
de carácter plurisimbólico
para tener una red de explicaciones
aparentemente opuestas entre sí.
Y sin embargo
en medio del desconcierto
de la Torre Eiffel o de los dragones azulados de Gaudí
escucho el limpio cristalino sonido
de un pífano.
Una sola nota
un pífano
sonando en medio de un banco de niebla.
Y de pronto comprendo todo:
el sonido
siempre el sonido
al principio de todas las cosas
de los pájaros los océanos y las hojas
los autos las taladradoras y el dentista.
El sonido
padre y madre de todas las cosas.
Una nota de un pífano me mece
y ya no pregunto más.
Sentir me basta.