Cristina Peri Rossi
Sálvese quien pueda

Si fui amarga fue por la pena.

El capitán gritó “Sálvese quien pueda”

y yo, sin pensarlo más, me lancé al agua,

como ávida nadadora

como si siempre hubiera estado esperando ese momento,

el momento supremo de soledad

en que nada pesa 

nada queda ya

sino el deseo impostergable de vivir;

me lancé al agua, es cierto, sin mirar atrás.

De mirar quizás no me lanzara

habría vacilado mirando tus grandes ojos tristes

siniestros remordimientos me hubieran impedido ya

saltar al espacio

tocar la fría humedad del aire

el nocturno relente

y caer

como recién nacida

en la flotante superficie del bote

donde todo habría de continuar,

no se sabe adónde.

Si hubiera mirado atrás, 

tus grandes ojos tristes

la vela suspendida

los cabos sueltos

las cámaras anegadas

como los recuerdos salados del mar.

Si hubiera mirado atrás,

tus grandes ojos tristes,

la vela mística suspendida

los cabos sueltos

las cámaras anegadas

como los recuerdos salados del mar.

Si hubiera mirado atrás.

"Sálvese quien pueda" gritaba el capitán

De haber mirado 

de haber vuelto los ojos

como Eurídice

ya no podría saltar

pertenecería al pasado 

anclada entre las redes del barco, tu capitán, el moho de las sillas 

los versos que consumíamos en las noches de vigilia

tu pereza de saltar,

tu vergüenza de correr,

atrapada entre las hermosas lianas de los versos preferidos,

acaso no hubiera respirado más el aire salino

ni visto aparecer el sol;

era un caso de vida o muerte

"Sálvese quien pueda"

había gritado el capitán,

la vida era una hipótesis de salto,

quedarse, una muerte segura.