Un niño muy malo gastó el dinero que su madre le había dado para comprar asadura. De vuelta a casa, pensó que no podía llegar sin el encargo, de manera que pasó por el cementerio y quitó las asaduras a un hombre que acababan de enterrar. Por la noche, su madre preparó las asaduras y se las puso para cenar, pero él no las quería. A medianoche oyó varios porrazos, le entró tanto miedo que se fue a dormir con su madre. Los ruidos seguían sonando, la madre encendió la luz y vieron un cadáver deambulando por la habitación acercándose a ellos. El niño comenzó a llorar y le contó a su madre lo sucedido. Su madre le dijo que pidiera perdón al hombre y cuando lo hizo el hombre se fue. A partir de aquella noche, el niño se volvió bueno.
Es malo, nunca quiere ir al colegio y engaña a su madre gastándose el dinero de los recados. Quita las asaduras a un hombre recién enterrado. Le ocurre un suceso que cambia su actitud por completo y lo vuelve un niño bueno.
Cuida de su hijo cuando tiene miedo y le obliga a pedir perdón al cadáver, enseñándole que ha de obrar bien.
Acude en busca del niño que le había quitado las asaduras y tras recibir su disculpa se marcha.