El enlace covalente es aquel que se forma entre átomos por compartición de electrones. En estos casos, ninguno de los átomos que forma el enlace tiene tendencia a prescindir de ninguno de sus electrones para alcanzar el octeto. Por ello, tiene lugar entre elementos no metálicos.
El orden de enlace es el número de pares de electrones que comparten los átomos, de manera que pueden dar lugar a enlaces covalentes sencillos, dobles o triples.
Para hablar de polaridad hay que hablar primero de electronegatividad. La electronegatividad es la tendencia que tienen los átomos para atraer los electrones de un enlace hacia sí. Este concepto está relacionado con la energía de ionización y afinidad electrónica, pues mayor afinidad electrónica implica mayor tendencia a capturar electrones o, en su defecto, a atraerlos.
Cuando los enlaces se dan entre átomos iguales, ambos tienen la misma electronegatividad, por lo que ambos “tiran” con la misma “fuerza” de los electrones hacia sí. Este tipo de uniones serán no polares, de manera que la carga estará repartida entre ambos átomos.
Cuando los enlaces se dan entre átomos diferentes, tendrán distintas electronegatividades, por lo que habrá uno que “tirará” con mayor “fuerza” de los electrones hacia sí. Este tipo de uniones serán polares, de manera que la carga estará desplazada hacia el átomo que “tire” con más “fuerza”, es decir, hacia el átomo con mayor electronegatividad.
Los compuestos que presentan una cierta polaridad se denominan dipolos.
Un caso característico es la molécula de agua, cuyos enlaces son muy polares y, tal y como se puede ver haciendo un diagrama de Lewis, tiene además dos electrones desapareados que potencian dicha polaridad en la molécula. Esta característica estructural explica las magníficas propiedades como disolvente.