La vida es como un viaje de tren, con diversas paradas y estaciones. Cuando comencé mi vida universitaria no estaba segura de haber elegido la mejor alternativa como estudiante de Educación. Ser maestra había sido un sueño desde pequeña, el típico juego de la maestra con los peluches como estudiantes era uno de mis favoritos. Sin embargo, al crecer me percaté de lo difícil que era ser educador, no tan solo por tener que lidiar con los estudiantes, sino con todo un sistema opresor. Cuando comencé a tomar cursos relacionados a la educación, llevar a cabo observaciones en las escuelas y a obtener experiencia en el salón de clases mi vocación se hizo más fuerte. Ser educadora es un trabajo arduo y difícil, pero la gratificación que recibí al aportar en el proceso de aprendizaje de los niños/a fue suficiente para estar segura de mi decisión en cuanto a mi futura vida profesional.
A lo largo de estos cuatro años de bachillerato disfruté del proceso al máximo, pero confieso que estaba muy ilusionada con llevar a cabo mi práctica docente. Durante estas primeras en el centro educativo he aprendido mucho más de lo que aprendí en los últimos cuatro años de teoría. La trayectoria no ha sido fácil, el cansancio físico y emocional me desanimaron mucho al comienzo. No obstante, al acoger la nueva forma de vida pude apreciar mejor la experiencia para comenzar a disfrutar el proceso educativo. Esta experiencia me ha enseñado a ser paciente con mi cuerpo y a cuidar mi salud emocional. He aprendido la importancia de conocer a fondo cada uno de los estudiantes en las primeras semanas de clase. Me he vuelto paciente a la hora de colaborar en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Estoy mucho más consciente de la importancia de la inteligencia emocional y el impacto que tiene el desarrollo académico de los estudiantes. Incluso, me he vuelto fanática de la magia que tienen los cuentos para llevar enseñanzas de toda la vida. He aprendido acerca de lo imprescindible de educar fuera de las cuatro paredes y respetar la infancia de cada alumno. Me siento preparada con las herramientas adecuadas para el manejo de conducta y me llevo en mente la importancia de educar con amor. La práctica me ha equipado con herramientas pedagógicas que solo me pudo haber regalado la experiencia.
Esta estación donde he llevado a cabo mi bachillerato fue un tiempo de mucha auto-reflexión y educación. Ahora me siento preparada para seguir en el tren de la vida hacia mi futura vida profesional. Me siento capaz de ser la excelente maestra que siempre soñé ser dispuesta a transformar vidas. Los niños y niñas me han enseñado cosas que jamas pensé aprender; he aprendido a detectar mentiras y la importancia de ser real, estoy cociente de que todos tenemos días malos los cuales hay que respetar y, por último, me han inspirado a dar lo mejor de mi por que ellos puedan aprender. Mi equipaje esta lleno de herramientas para mi próxima parada en la vida profesional, que siga la vida.
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