Actualmente la niñez de nuestro mundo está sufriendo una alta adicción a la tecnología, está los priva de muchas experiencias de aprendizaje a lo largo de dicha etapa. Según María José, una distinguida neuropediatra, los niños y niñas del mundo pasan aproximadamente siete horas al día frente a un comunicador (televisor, tabletas, etc). Este comportamiento trae consigo consecuencias como; dificultades de atención, problemas y fracaso escolar, trastornos del sueño y la alimentación, sobrepeso y obesidad y ansiedad y depresión. Afortunadamente, soy parte de esa última generación de niñas que no estuvo atada a la tecnología. Por lo que, recuerdo como pasaba muchas horas jugando y practicando diversas actividades con mis dos hermanas. Una de las principales actividades era el jugar a ser maestra. Recuerdo que tenía una esquina de mi cuarto preparada con una pizarra, tizas,papeles, cartapacios y muchos peluches. En la misma daba las clases de español, matemática y ciencias a todos los peluches y mis hermanas. Al culminar la clase repartía un examen, el cual disfrutaba corregir. Una vez corregía los exámenes les daba la nota y luego los guardaba en una carpeta con el nombre del estudiante. Jugar a ser maestra me encantaba
En el ámbito escolar estudiaba en la escuela “Jesús Manuel Suárez” en Barrazas Carolina, esta escuela es pequeña y muy familiar; ya que es una escuela de comunidad. De estudiante era una niña muy callada pero sumamente brillante. Mi madre, se encargaba de llevarme adelante en todas mis materias. Muchos de los maestros de esta escuela fueron muy buenos conmigo, pero no debo continuar sin antes mencionar a una maestra que me hizo amar más dichos juegos. Esa era mi maestra de ciencias la Sra. Cruz, entre los estudiantes ella tenía fama de ser gritona y fuerte. Sin embargo, ella significó todo lo contrario para mí. En mis pensamientos ella vive como una maestra amorosa, fuerte para que sus estudiantes fueran los mejores y muy feliz. Recuerdo que me daba la oportunidad de corregir exámenes y vigilar a mis compañeros, estas actividades me hacían sentir importante para ella. Cuando terminé el cuarto grado, con nueve años, llegó a mi vida el motor de mis sueños. Tengo la dicha de contar con una familia sumamente unida y amorosa. Por lo que, cada vez que llegaba un primo nuevo era todo un acontecimiento. En este caso era la llegada de mi prima Jahmaira Cruz, la cual nació un 14 de junio del 2009. Jahmaira había nacido con cinco dedos en cada pie, esto era algo que llamaba mucho mi atención pues no entendía porque ella había nacido de esa manera. Recuerdo que pasaba casi todos los días en la casa de mi tía ayudándola con Jahmaira, sin embargo pasaba el tiempo y la niña crecía en tamaño crecía en tamaño pero no hablaba, no gateaba y no enfocaba la mirada. Esta situación se empezó a comentar entre la familia, a consecuencia de esto me empecé a preocupar. Por lo que, navegaba en el internet de mi computadora para buscar las tablas del desarrollo normal en los infantes. En muchas ocasiones mis familiares hablaban con mi tía del tema pero ella estaba en total negación, una etapa normal que pasa todo padre al notar que algo anda mal con su hijo. Mi frustración fue tanta que en una ocasión llamé a mi tía llorando pidiéndole llevará a la niña a un especialista. Después de muchos procedimientos Jahmaira fue diagnosticada con autismo. Al enterarme de esto dediqué todas mis fuerzas a tratar de enseñarle cosas prácticas de la vida. Recuerdo como me dolía la espalda después de haber estado tiempo tratando de que ella aprendiera a subir y bajar escaleras, también le enseñaba a contar y a decir las letras. No había mayor satisfacción para mí que el lograr observar como la niña lograba aprender con mi ayuda.
Con Jahmaira nació mi sueño, con esta niña especial encontré mi vocación, ella trazó el rumbo de mi destino.De ahí en adelante sabía que quería ser de gran ayuda a niñas y niños con excepcionalidades. Cuando entré a la escuela intermedia “Salvador Bau”, seguí adquiriendo conocimientos para ser de ayuda a esta población. Recuerdo que me dedique a leer y aprender a través del internet acerca del autismo. Además, seguí trabajando con Jahmaira y su desarrollo. Una vez entré a la superior seguí con el mismo pensamiento, sin embargo sabía lo que quería pero no sabía cuál era la profesión. Me habían dicho que no estudiara educación por que no tendría un buen salario. Por eso, comencé la escuela superior, estudiando contabilidad. A través del trayecto de la escuela superior me fui dando cuenta que los números y tablas no eran lo mío. Por lo que, al enfrentarme a la realidad inminente de grado doce no sabía que camino elegir para cumplir mis sueños. Familiares me aconsejaron para que estudiara patología del habla y lenguaje, terapista ocupacional o neuróloga, estos eran algunos de los profesionales a los que asistía Jahmaira. Así que mi búsqueda profesional comenzó a partir de este consejo. Todo lo que sabía era que no podía estudiar educación especial porque no tendría dinero para satisfacer mis necesidades.
Favorablemente, tuve una maestra guía que estuvo a mi lado a través de esta ardua búsqueda. Fui a varias conferencias profesionales, asistía a las chalas de las universidades, recogí folletos y realice muchas preguntas. Llegué a la conclusión de que la neurología era demasiada ciencia para mí, mucha química y biología. La terapia ocupacional no llamaba mi atención pero la patología del habla sí. A través de una charla me enteré que para ser patóloga del habla y lenguaje tenía que hacer un bachillerato primero en la Universidad de Puerto Rico y que la única universidad que tenía ese bachillerato lo era la “Albizu Campos”. Mi plan no era irme a una universidad privada por cuestiones financieras pero si iba a la Universidad de Puerto Rico tendría que buscar alguna profesión para poder lograr hacer mi maestría en lo que quería. Así que, para tener más información me tomé la tarea de entrevistar informalmente a una patóloga del habla y lenguaje. Ella me recomendó que hiciera mi bachillerato en educación especial. Sinceramente, me preocupé y traté de buscar otras soluciones para lograr alcanzar mi maestría. Indagué en otras fuentes de consejería pero todas me indicaba que debía empezar el bachillerato en educación especial. Al comunicárselo a mi familia me dijeron que si era eso lo que quería que lo estudiara, pero que tenía que tener en claro que es profesión no era bien pagaba.
Decidí entrar por educación con bajas expectativas, en realidad solo quería estudiar patología del habla y lenguaje. Con el tiempo me fui percatando de que la educación es lo que amo desde que era una niña, en algún momento de mi vida perdí esa meta por cuestiones económicas y sociales pero la misma me hizo tornarme a ella una vez más. Amo la educación, amo enseñar y me encanta ver como mi profesión es de gran ayuda a los estudiantes de educación especial. Lo he comprobado a través de las experiencias de campo y las oportunidades que me han dado los maestros para dar una que otra clase. Estoy completamente segura que esto es lo que quiero para el resto de mi vida. Sé que hay riesgos, que se debe tener mucha paciencia y que no es tan fácil como se cree. Estoy al tanto de todos los accidentes que han ocurrido con maestros de mi índole. Debo confesar que al verme en el futuro me asusta perder la paciencia y reaccionar de manera equivocada, así como ha pasado en nuestras escuelas últimamente, pero hay algo en mí que me dice que esté tranquila que lo voy a hacer espectacular.Soy Leylanis Díaz Rodríguez, una chica de veinte años que anhela ayudar a la sociedad excepcional a alcanzar sus metas en la vida. Jahmaira es el motor de mis sueños, ella fue la que me hizo encontrar mi propósito en la vida. Una vez termine mi bachillerato en educación especial con problemas específicos del habla y mi certificación en autismo, entraré al “Recinto de Ciencias Médicas” para hacer mi maestría en patología del habla y lenguaje. Más adelante, pienso regresar a la universidad y terminar mi doctorado como maestra de educación especial. Quiero ejercer como maestra del departamento de educación, en una escuela pública. Por qué de ahí vengo y sé que los estudiantes de escuelas públicas necesitan una atención especial que yo les podría brindar. Además de ser maestra a tiempo completo quiero tener mi propia oficina de patología del habla y lenguaje en donde atenderé a chicos y chicas los sábados. También, me gustaría dar algún viaje misionero en que pueda atender algunas de las necesidades de la población excepcional. En fin, sé que ser maestra conlleva una gran responsabilidad pero con la ayuda de Dios lograré ser una maestra muy especial para los estudiantes.