O. La batalla del Káiser. El último intento

De izquierda a derecha:

el general Hindemburg, el káiser Guillermo II y el general Ludendorff, durante la Primera Guerra Mundial

En marzo de 1918 la situación bélica era completamente distinta a la de unos años antes. EE.UU. había entrado en la guerra al lado de los aliados y en el este de Europa ya no había frente porque el Imperio Ruso había desaparecido tras la revolución comunista y se había retirado de la guerra. Sin embargo, el panorama estaba lejos de aclararse y el fin de la guerra se veía remoto. Las ofensivas aliadas de 1917 habían fracasado y los soldados franceses y británicos habían comenzado a amotinarse ante su terrible situación. En el otro bando, los soldados alemanes no atravesaban mejores momentos que sus enemigos pero el trasvase de tropas desde el desaparecido frente oriental hacia el occidental parecía que iba a decantar la guerra del lado de las potencias centrales.

A principios de 1918, el Estado Mayor del Reich vio que era el momento para asestar el golpe definitivo en el frente occidental. En ese preciso momento, se preveía que las tropas de EE.UU. aún no podrían entrar en combate porque necesitaban de preparación. Además, Alemania contaba con mayor número de soldados en el frente occidental que los aliados tras el traslado de un millón de hombres desde el frente ruso. La primavera de aquel año era pues, el momento idóneo para una gran ofensiva.

Sin embargo, esta superioridad militar de Alemania escondía un gran debilidad a nivel interno. Dentro del Reich cientos de miles de civiles morían de hambre cada día, el malestar se extendía por todas las capas de la sociedad y cada vez había más voces que reclamaban una revolución al estilo ruso y la salida de la guerra. Desde esta perspectiva, la ofensiva de 1918 era la última llave para dar un vuelco a la situación. Un fracaso de los ejércitos germanos supondría la asfixia total de Alemania y su derrota.

El ataque alemán fue planificado por el General Ludendorff. Se lanzaron cinco ofensivas consecutivas entre el 21 de marzo de 1918 y el verano de ese año. Los alemanes estaban en superioridad numérica y rompieron el frente por primera vez desde 1914. Además, sus estrategias estaban perfeccionadas y contaban con nuevo armamento:

  • La operación Michael fue la primera. Ludendorff pretendió conquistar la ciudad de Arras pero la resistencia de los aliados fue feroz y el cuatro de abril detuvo la operación. A pesar de esto, los alemanes ocuparon una enorme extensión de territorio cruzando el río Somme.
  • La operación George se inició el 7 de abril con el ataque a Armentières. Los alemanes destruyeron los ejércitos portugueses (Portugal había entrado en la guerra en 1917) pero la resistencia británica obligó a cancelar la ofensiva el 29 de abril. No obstante, los alemanes conquistaron la ciudad de Soissons y llegaron a la ribera del río Marne.
  • El Plan Hagen comenzó el 27 de mayo y el objetivo fueron una vez más las líneas británicas, que Ludendorff consideraba más débiles que las francesas. Al principio la operación fue un éxito. El 1 de junio los alemanes estaban a sólo 65 km de París, la capital estaba seriamente amenazada y entre los aliados cundía el pánico. En el bosque de Councy, al norte de Soissons, se instaló el conocido como "Cañón de París", una enorme pieza de artillería de 30 metros de largo que bombardeó la capital de Francia durante cinco meses causando grandes destrozos en la ciudad. Reims también estaba en peligro pero el avance alemán se detuvo por la falta de suministros en sus filas. Los soldados germanos estaban exhaustos y las autoridades del Reich eran incapaces de mandar más suministros para mantener la ofensiva. El 3 de junio, Ludendorff decidió suspenderla.
  • Seis días después, el 9 de junio, el XVIII Ejército alemán alcanzó el Oise y penetró en Rollot y Thiescourt. Fue la operación Gneisenau. Sin embargo la situación alimentaria de los soldados alemanes era crítica y los franceses mandaron refuerzos de forma que el 11 de junio se detuvo la ofensiva.

El Cañón de París atemorizó a los parisinos durante meses

  • El quinto y último intento fue la operación Marneschutz que se materializó en la Segunda Batalla del Marne. Ludendorff estaba convencido de que el fin de la guerra se encontraba cercano y de que era el momento de asestar el golpe definitivo a los aliados. El VII Ejército cruzó el Marne y los Ejércitos I y III atacaron el este de Reims. El general alemán no tuvo en cuenta la delicada situación de las tropas del Reich, que se encontraban cansadas y mal alimentadas, y pecó de optimista. El 15 de julio comenzó la ofensiva pero las tropas alemanas poco pudieron avanzar ante la resistencia de los franceses. Ludendorff veía cómo una vez más, los ejércitos del Reich fracasaban.

Dos factores resultaron defensivos para el fracaso del último plan de Ludendorff. Por un lado, la adopción por parte de los aliados de técnicas defensivas perfeccionadas. Por otro lado, la utilización de fuerzas de EE.UU. En agosto, los alemanes estaban de nuevo detenidos y los aliados había recuperado fuerzas y tenían la moral alta.

Ofensivas Alemanas en 1918

El contraataque aliado se inició el 8 de agosto. Dos mil cañones aliados dispararon contra los alemanes en un frente de diez kilómetros, seguidos de 450 tanques y la infantería. Horas después, los británicos había penetrado 15 km en la línea alemana y cuerpos enteros del ejército del Reich se habían rendido sin combatir, algo inaudito durante la guerra. 16.000 soldados alemanes fueron hechos prisioneros por los británicos.

Los franceses tuvieron menos fortuna en el avance y los alemanes consiguieron detener la ofensiva aliada. A pesar de este éxito, las autoridades alemanes veían como su ejército se derrumbaba. Por primera vez se percibía la ausencia del deseo de ganar la guerra en las tropas y el ánimo de los soldados estaba por los suelos. Los soldados alemanes no obedecían a sus superiores y cientos de miles desertaron. Fue en ese momento cuando el general Ludendorff se dio cuenta de que Alemania había perdido la guerra: ya no había ejército y la situación en el interior del Reich era dramática.

Ese mismo día 8 de agosto, Ludendorff informó al káiser Guillermo II y a Hindenburg de la situación y les explicó que la victoria era imposible. Ludendorff admitió que se sentía defraudado por la actitud de las tropas, que a partir de entonces Alemania debía defender su posición y que se debía alcanzar la paz con los aliados cuanto antes.

Sin embargo, Ludendorff y Hindemburg aún eran optimistas. Creían que los aliados también buscaban la paz y que era posible mantener el territorio ocupado en Bélgica y en Francia. Esta situación no se correspondía con la realidad porque la situación de Alemania era entonces de clara inferioridad y los aliados estaban en disposición de alcanzar la victoria.

Pronto se vio la verdadera situación. Los aliados preparaban una enorme ofensiva en la que contaban con abundante ayuda americana mientras Alemania no tenía tropas para hacerles frente. Ludendorff y Hindemburg admitieron entonces que la situación era desesperada. Pidieron al gobierno que solicitase un alto el fuego a la mayor brevedad posible para evitar un desastre total. Alemania se disponía a capitular y la guerra estaba a punto de terminar.