A. El estallido de la guerra

El asesinato de los herederos al trono imperial de Viena el 28 de junio de 1914 supuso una enorme conmoción para la sociedad austro-húngara que veía como el futuro de la dinastía reinante se resquebrajaba por culpa del nacionalismo serbio. Por ello, Austria-Hungría quiso vengar la muerte de su heredero y de paso aumentar su influencia en los Balcanes.

Durante el mes siguiente se produjo la llamada "crisis de julio", una imparable escalada militar unida a una frenética actividad diplomática allanaba el camino para la declaración de hostilidades. Entre los días 4 y 5 de julio, el káiser alemán Guillermo II, garantizó a su homólogo austriaco su apoyo incondicional en caso de conflicto. Alemania firmaba entonces un "cheque en blanco" que unía sus destinos a los de Austria-Hungría.

El 23 de julio, casi un mes después del magnicidio, el gobierno de Viena lanzaba un ultimátum a Serbia para que entregase al terrorista responsable del atentado, iniciase una investigación para aclarar quién estaba detrás de la conspiración y prohibiese todo partido nacionalista. Serbia se negó en rotundo y cinco días más tarde, el 28 de julio, Austria Hungría declaraba la guerra a la pequeña nación balcánica.

La reacción del zar Nicolás II fue inmediata como protector de Serbia: el 30 de julio, Rusia movilizaba sus tropas, una acción que suponía de forma implícita la declaración de guerra a Austria-Hungría. El último día de julio, Alemania exigió a Rusia que interrumpiese sus acciones militares y ante la negativa rusa, el Káiser movilizó a su ejército. Desde ese momento, el primero de agosto de 1914, Austria-Hungría y Alemania estaban en guerra con a Rusia.

Como Francia tenía un acuerdo de colaboración militar con el Imperio Ruso, el gobierno de París movilizó a su ejército, algo que Alemania quería evitar a toda costa. La movilización de los ejércitos galos despertó los recelos del Reich Alemán, que se sintió amenazado por dos frentes con lo que el 3 de agosto declaró la guerra a Francia.

En aquellos días de agosto, Alemania tenía dos frentes de guerra distintos con dos enemigos muy poderosos: en el oeste, Francia; y en el este, la Rusia Zarista. Las posibilidades de victoria del Reich pasaban por hacer capitular a Francia en pocas semanas, aprovechando la lentitud de los ejércitos rusos para movilizarse, y después, concentrar sus esfuerzos en el frente ruso. De esa forma, los ejércitos alemanes comenzaron a invadir Bélgica de camino a Francia.

El plan Schlieffen de los altos mandos del ejército alemán se basaba en una maniobra envolvente sobre París que hiciese capitular a la Grandeur en una seis semanas. Alemania pretendía que la guerra contra Francia fuese corta, simplemente, porque de ello dependía su triunfo frente a Rusia.

El conflicto entre Francia y Alemania implicaba la invasión de Bélgica que al principio se había declarado neutral. Como el Reino Unido se había comprometido con Bélgica en garantizar su integridad territorial en 1839, su invasión supuso la declaración de guerra del gobierno de Londres a Alemania. En los días siguientes, Austria-Hungría declaraba la guerra a Rusia, Francia y Gran Bretaña. A mediados de agosto Europa estaba en guerra.

La implicación de las colonias británicas, francesas y alemanas amplió los frentes de guerra. En el mismo mes de agoto de 1914, Japón entraba en el bando aliado, mientras Turquia lo hacia en el de los imperios centrales en octubre de ese año. Italia entraba en la guerra junto a los aliados en mayo de 1915 y en septiembre lo hacía Bulgaria junto a las potencias centrales. En 1916, Portugal (en marzo) y Rumanía (en agosto) se sumaban a los aliados. La decisiva entrada de los EE.UU. se produjo en abril de 1917 y dos meses después, Grecia se unía a los aliados completando la lista de los países beligerantes. Para entonces, la contienda europea ya se había extendido por todo el planeta.

Los primeros instantes de la Gran Guerra