F. El Imperio Británico

A comienzos del siglo XX, el Reino Unido era un símbolo de progreso económico, de bienestar social, de estabilidad política y de democracia. Era además, el núcleo de un inmenso imperio colonial que se extendía por los cinco continentes. Sin embargo, en aquella época, se anunciaba ya una crisis de liderazgo político a nivel mundial y una crisis de madurez a nivel económico. Tantos intereses en todos los sitios le acabarían pasando factura. Pero vayamos por partes.

A lo largo del siglo XIX, el Reino Unido había pasado de ser un país fundamentalmente agrícola, a ser la principal nación industrializada tras los avances tecnológicos de la Primera Revolución Industrial (iniciada a mediados del s. XVIII). A nivel político, Gran Bretaña tenía un monarquía parlamentaría que si bien, en principio, no era democrática porque sólo podían votar unos pocos, a lo largo del siglo XIX, se fueron aprobando reformas que democratizaron el sistema. Se aprobó la ampliación del sufragio y se buscó la limpieza en las elecciones. A finales de siglo, el régimen político británico era plenamente democrático.

Este periodo coincide con el largo reinado de Victoria I (reinó desde 1837 a 1901) y como bien se puede suponer, Gran Bretaña consiguió imponer su hegemonía en todo el mundo. A nivel social, la Revolución Industrial provocó algunas transformaciones sociales que desencadenaron protestas por las pésimas condiciones de vida de los trabajadores. Sin embargo, en términos globales, se puede afirmar que las condiciones de vida de los británicos mejoraron a lo largo de la decimonovena centuria.

En el cambio de siglo, surgieron algunos políticos que buscaban mejorar la vida del pueblo como D. Lloyd George y W. Churchill. Lucharon por el bienestar popular y establecieron las bases de un incipiente Estado del Bienestar.

A esta estable situación interna se sumaba una posición predominantes a nivel mundial, como hemos comentado. El Imperio Británico, de carácter colonial, tenían en 1914 una extensión de 31 millones de km2 (el Imperio Ruso, se quedaba "sólo" en 22 millones) y comprendía Canadá, Egipto, Sudán, Sudáfrica, La India y Australia, entre otros muchos territorios. Esto llevó al Reino Unido a enfrentarse con sus competidores en los territorios coloniales como Francia, Portugal u Holanda.

En Europa, los territorios de la Corona Británica se extendían por el actual Reino Unido a los que se sumaba toda la Isla de Irlanda (que luchaba insistentemente por su independencia) además de Gibraltar y la isla de Malta. Estos dos puntos estratégicos tenían una importancia esencial para Londres porque le permitían controlar el Mediterráneo. Si además, a estos le sumamos el control de Egipto y del canal de Suez (inaugurado en 1869) vemos como Gran Bretaña dominaba las rutas marítimas entre Europa, Asia y Oceanía.

Territorios británicos en Europa en 1914

Mantener esta posición predominante enfrentó al Reino Unido con todos y por todo. En 1900, tenía rivalidades con Francia y Holanda por los territorios coloniales y también competía con Alemania y EE.UU. debido a la acelerada industrialización de estos que suponía una amenaza para el Imperio Británico.

Su entrada en la Guerra de 1914 fue inevitable, no porque su territorio ni su seguridad a nivel europeo se viesen amenazados sino porque una potencia del tamaño de Gran Bretaña, tenía intereses en cualquier conflicto que se librase. Cuando se sumó a la alianza franco-rusa formando la Triple Entente, no lo hizo por simpatías ni con Francia ni con Rusia, sino para salvaguardar sus intereses en aquel lugar donde se encontrasen.