C. El Imperio Otomano

A principios del siglo XX, el Imperio Otomano o Imperio Turco era "el enfermo de Europa". En realidad, se trataba de un Estado extraeuropeo ya que la inmensa mayoría de sus territorios se encontraban fuera de Europa, pero curiosamente, su evolución histórica lo ligaba al Viejo Continente.

El Imperio Otomano se formó en 1453 cuando los turcos conquistaron Constantinopla, hoy Estambul. Fue un imperio tan poderoso en los siglo XVI y XVII que sus ejércitos llegaron a sitiar Viena en sucesivas ocasiones durante esos siglos. En este mapa vemos la máxima expansión turca en morado sobre un mapa político de principios del siglo XX:

Máxima expansión del Imperio Otomano en el siglo XVI

Sin embargo, a finales del siglo XVII, el Imperio entró en un periodo de decadencia del que no se recuperaría. Tanto es así que en el siglo XIX, con el aliento de las ideas liberales, todos los pueblos sometidos al poder turco en los Balcanes alcanzaron su independencia. En 1829 se independizó Grecia, en 1878, Bulgaria, Rumanía, Serbia y Montenegro y mientras tanto, el Imperio Austriaco anexionaba territorios progresivamente: Hungría, Eslovenia, Croacia, Transilvania, etc.

Pero no sólo en Europa el Imperio perdió territorios sino que en África, Egipto reclamó su independencia. Las potencias europeas, Francia y Gran Bretaña, ejercían tutela sobre el "enfermo" mientras le arrebataban territorios: Túnez, Tripolitania, Cirenaica, Egipto, etc.

Rusia también tenía intereses en Turquía sobre todo porque sus barcos debían atravesar el Estrecho del Bósforo para acceder desde el Mar Negro al Mediterráneo. El Zar ruso llegó a proclamarse "protector" de los cristianos ortodoxos del Imperio Turco con lo que eso suponía ya que desde entonces pudo injerir directamente en la política turca.

El Imperio Otomano fue vapuleado y manipulado por Gran Bretaña, Francia, Rusia y Austria a lo largo del siglo XIX y de estas potencias dependía su propia existencia. Miren la extensión del Imperio en vísperas de la Gran Guerra y compárenlo con el mapa anterior:

El Imperio Turco en 1914

A nivel interno, el Imperio era un conglomerado de etnias, culturas y religiones. Los grupos mayoritarios eran los turcos, por supuesto, pero también había armenios, judíos, árabes, griegos, persas, etc. Todos ellos bajo el cetro del sultán turco de Estambul y bajo el dominio del Islam que era la religión mayoritaria. Curiosamente, salvo periodos concretos, tanto cristianos como judíos disfrutaron de gran libertad religiosa.

A nivel político, aunque se habían introducido algunas reformas liberales en el siglo XIX, el Imperio era un Estado autocrático en el que el sultán gobernaba de forma casi absoluta. Abdul Hamit II había promulgado una Constitución en 1876 en la que se establecía la libertad de prensa e incluso se creó un Parlamento. Pero cuando llegaron las presiones de las potencias europeas lo disolvió y gobernó dictatorialmente.

Esta tendencia hacia el autoritarismo hizo que los grupos liberales configuraran un partido nacionalista denominado "Jóvenes Turcos" y apostaban por las reformas económicas y militares. Este grupo se hizo con el poder en 1909 y restauró el Parlamento y la Constitución bajo el reinado de Mehmet V.

Los "Jóvenes Turcos" intentaron modernizar la economía del país pero no lo consiguieron. El Imperio carecía de industrias potentes, de infraestructuras y además se encontraba atenazado por una enorme corrupción.

Las dos guerras balcánicas de 1912 y 1913 redujeron el territorio otomano en Europa. Ya sólo poseía una estrecha franja en torno al Mar de Mármara y los estrechos de Bósforo y de Dardanelos (la llamada Tracia Oriental). Cuando estalló la Gran Guerra en 1914, dada su precaria situación, intentó mantener la neutralidad. Pero la necesidad de aliados para enfrentarse al Imperio Ruso le llevó a unir sus destino a Alemania y a Austria-Hungría. Esa sería su sentencia de muerte.